Dado el “maremágnum” de desastrosas estadísticas del delito con las que los criminólogos debemos manejarnos habitualmente, es difícil aventurarse a interpretarlas con un mínimo de profundidad científica. Y digo desastrosas, no sólo por la poca fiabilidad que suelen ofrecer en la mayoría de casos, y la forma en que suelen confeccionarse, sino también porque no suelen estar diseñadas para facilitar esa interpretación desde un punto de vista de un científico del delito, sino para apoyarse en ellas según la imagen o el mensaje que se quiera dar en cada caso.
En todo caso, lo que sí parece evidente es que las tasas relativas de la delincuencia de los extranjeros son lo suficientemente importantes como para que merezca un estudio pormenorizado, y además parece que la tendencia observable es creciente. El asunto, tal como puede vislumbrarse, es bastante complejo y no bastan unas líneas para poder desarrollarlo con la profundidad que merece. No obstante, sí intentaremos entrar en algunas consideraciones básicas.
En la proporción de los delitos entre “autóctonos” y “visitantes” hay que diferenciar entre los delitos detectados y los realmente producidos, porque en esa determinación influyen diferentes aspectos que hacen que la delincuencia de “los de fuera” sea mucho más ostensible de lo que realmente es, en comparación con la que no tiene connotaciones extranjeras. En principio, los emigrantes no tendrían porque ser “más delincuentes” que los nacionales del país donde residen eventualmente, y ni siquiera más de lo que podrían serlo en su propio país. Lo que sucede es que las condiciones de vida en que se mueven, sobre todo las de marginalidad de los residentes ilegales, tienden a facilitar y potenciar la comisión de actos delictivos, casi en su totalidad de los que podríamos conceptuar como doblemente “utilitarios”. Es decir les sirven - si son detenidos - para asegurase la permanencia aquí mientras estén a disposición judicial o incluso en prisión, tanto preventiva como efectiva, y al mismo tiempo son de un tipo que les puede procurar poder subsistir con más facilidad (en algunos raros casos bastante más que eso). Es por ello por lo que sobre todo cometen delitos contra la propiedad - sobre todo hurtos - o relacionados con el tráfico de drogas. No hay que olvidar también la influencia de la falta o la debilidad de los lazos sociales, tal como afirma Hirchi .Pero esto ya no sería un post, sino el inicio de un tratado.
Pero hay otros factores que también influyen. Normalmente el inmigrante (especialmente el más “visible” por su apariencia, aspecto o indumentaria) es objeto de una mayor vigilancia, o al menos supervisión, por parte de esferas oficiales - entre ellas la policial - con una aplicación muchas veces más estricta de leyes y reglamentos. En algunos casos como consecuencia de un resentimiento latente en la sociedad que produce una más o menos sutil discriminación, no necesariamente de origen xenofóbico, sino también por resistencia a admitir a un nuevo participante en los beneficios sociales o económicos en una época de crisis y paro. Al mismo tiempo, son más fácilmente identificables debido a sus características físicas diferenciadas, tanto a los efectos de detención en el caso de comisión de delitos, como en el de ser objeto de “identificaciones preventivas” que luego dan lugar a su detención por otros diversos motivos. Efectivamente, el resultado es una mayor presencia en las estadísticas. Pero ello es debido a que se esta inadvertidamente sesgando una visión que corresponde al simple resultado de las cifras y no a una estadística comparable en iguales circunstancias al resto de delitos y colectivos.
Pero el problema comparativo aún se complica mucho más. Existe una generalizada confusión entre los delitos de los extranjeros, los delitos de los inmigrantes y los extranjeros que cometen delitos.
La delincuencia de los extranjeros –en principio- no tiene que ver con la de la inmigración: suele presentar unas características propias, entre las que las más ostensibles suelen ser las de su especialización y su organización. Es decir, son grupos organizados para delinquir, con una fuerte jerarquización dentro de ellos, muchas veces con distribución de funciones, y que tradicionalmente presentan una cierta especialización por nacionalidades: las redes de extorsión chinas o rusas, los asaltos a instalaciones industriales de los albanokosovares, los “butrones” (“rififís”, en terminología antigua) de los italianos, el aprovechamiento de grupos magrebíes en el tráfico de determinadas drogas,...
Otra cosa es que algunos extranjeros cometan delitos. Por ejemplo, en la actividad de un delincuente “de cuello blanco” de origen alemán (o pakistaní) no tiene porqué tener que ver –en su esencia- el concepto de inmigración, ni siquiera el de extranjería . No obstante, la cuestión tampoco es tan sencilla, ni siquiera en este caso. Por ejemplo, si en España dedicamos un considerable esfuerzo preventivo de tipo educacional y económico, durante un tiempo prolongado, a intentar aminorar las tasas de violencia de género, pero al mismo tiempo tiene lugar la introducción de una fuerte corriente migratoria que no viene con esa educación preventiva, las tasas de violencia de género se van a ver indeseablemente alteradas. El resultado tiene que ver con los inmigrantes, pero no directamente con el fenómeno de la inmigración.
Los delitos de los inmigrantes serían, en puridad, aquellos que se cometen por la propia dinámica de la problemática de la inmigración. Sobre todo los anteriormente mencionados como “utilitarios”. Pero, también en este caso, se puede observar alguna tendencia que puede ofrecer un inicio de explicación, no sólo en la mayor cantidad, sino también en la gravedad de algunos de ellos. A mayor número de inmigrantes, y en una época de crisis económica que afecta en mayor medida a quienes ocupan los niveles más bajos del mercado laboral o incluso en situación de total marginalidad (como es el caso de muchos inmigrantes), los iniciales delitos puramente “utilitarios” se están haciendo, no sólo mayores en cantidad, sino también más violentos, por pura ley de oferta y demanda. Por ejemplo, aumentando los robos con violencia a costa de los hurtos. Por otra parte, por esa misma dinámica, se está produciendo un efecto de “permeabilización delictiva” entre lo que era antes pura delincuencia de la inmigración y la delincuencia de los extranjeros. Y algunos de los inmigrantes –por cuestiones que serían largas de explicar- se están introduciendo en grupos organizados.
En medio de todo esto, las diferencias entre cada una de las cuestiones comentadas no se pueden diferenciar fácilmente en los datos estadísticos que se ofrecen a la opinión pública. Entonces, ¿cuál es el alcance real del problema de la delincuencia que verdaderamente tiene relación directa con el fenómeno inmigratorio?
Paco Bernabeu. Criminólogo.
lunes, 16 de febrero de 2009
jueves, 4 de diciembre de 2008
Los atentados en bombay: novedades preocupantes
Assessment 13/08 Fundación Athena Intelligence
www.athenaintelligence.org
No. 13/08 3 de diciembre de 2008
Atentados en Bombay: novedades preocupantes
José Luis Calvo
Aunque todavía poco claros en algunos puntos, los atentados terroristas en Bombay resultan especialmente preocupantes, tanto por la sangrienta eficacia de su ejecución como por el preciso análisis estratégico que parece existir en su origen.
Los atentados confirman la capacidad de algunos grupos yihadistas para emprender acciones complejas desde el punto de vista táctico y logístico. La infiltración de un grupo de terroristas armados desde un buque nodriza, el ataque a una decena de objetivos, y la capacidad para retener alguno de esos objetivos durante días frente a la acción de las fuerzas de seguridad significan un salto cualitativo desde la habitual utilización de terroristas suicidas o coches bomba.
En cualquier caso, no es la primera vez que se utiliza esta modalidad de atentado. De hecho era la habitual en Israel antes de las Intifadas, cuando se llevaron a cabo acciones terroristas como el asalto al aeropuerto de Lod (1972) o la matanza de Maalot (1974). También ha sido utilizado con frecuencia por grupos chechenos, que han llevado a cabo masivos secuestros de rehenes tras infiltrase en ciudades rusas como Buddyonovsk (1995), Kizlyar (1996), Moscú (teatro Dubrovka, 2002) o Beslán (2004). En la Cachemira india, este tipo de ataques por parte de terroristas portando armas automáticas y granadas, que siembran el caos hasta ser abatidos, es relativamente común.
El grupo independentista cachemir Lashkar- e-Toiba, y los subgrupos en los que se ha dividido, han utilizado rutinariamente este procedimiento, aunque se han apresurado a desmentir su implicación. También resulta inevitable apuntar hacia el Ejército de Mohammad (Jaish- e- Mohammad), un grupo pakistaní más cercano al internacionalismo yihadista, con el que encajaría mejor el ataque contra turistas y hombres de negocios occidentales Aparentemente los ataques de Bombay presentan la triste novedad de un excelente planeamiento y coordinación. El uso de lanchas neumáticas, un buque nodriza, que fue secuestrado y su tripulación asesinada, comunicaciones vía satélite, y una gran cantidad de munición, que difícilmente los terroristas podían haber llevado consigo, revelan también una considerable previsión y preparación logística.
Todavía no está claro si los terroristas pretendían capturar un número considerable de rehenes para crear una crisis de larga duración, o si simplemente pretendían sembrar el caos utilizando a los rehenes ocasionales como escudos humanos. La segunda opción parece más probable, pues de haberse planeado un secuestro masivo hubiera resultado más lógico concentrar toda la fuerza en uno o dos objetivos, intentando el control total de alguno de los grandes hoteles repletos
de turistas y hombres de negocios. La dispersión de los terroristas en múltiples grupos de ataque y objetivos apunta más bien a la intención de sembrar el máximo caos posible, convirtiendo Bombay en un campo de batalla.
Hasta el momento el gobierno indio solo ha confirmado la captura de un terrorista con vida, habiendo muerto otros nueve en los combates con las fuerzas de seguridad. La cifra de diez terroristas parece increíblemente reducida teniendo en cuenta que, armados simplemente con armas ligeras, granadas de mano y algunos artefactos explosivos de escasa potencia, atacaron diez objetivos, dejaron un terrible rastro de destrucción, se mantuvieron en combate hasta sesenta horas con las fuerzas de seguridad indias, y diecisiete miembros de éstas, incluyendo el jefe de la unidad antiterrorista de Bombay, murieron en los combates. En cualquier caso los
terroristas necesitaron cantidades ingentes de munición para conseguir esos resultados. Y dada la dificultad para llevarla consigo existen lógicas sospechas de que recibieron algún apoyo local, o que al menos otro grupo de apoyo pudo situar previamente depósitos de munición en determinados lugares de Bombay. Pero lo más importante es que estos atentados parecen obedecer a un enfoque estratégico bastante elaborado. Convertir el centro turístico y financiero de Bombay en un campo de batalla es algo ante lo que cual el gobierno indio no tiene más
remedio que responder. Y la respuesta obvia es un incremento de la tensión con Pakistán, sobre todo teniendo en cuenta que toda la información disponible apunta al territorio pakistaní, aunque no necesariamente a las instituciones del país, como origen de los atentados. El refuerzo de la presencia militar en la frontera, que sería la más suave de las medidas que la India podría adoptar, obligaría al gobierno de Pakistán a un despliegue similar. Y esto implicaría de hecho la paralización de las operaciones en las zonas tribales del Noroeste, y un considerable alivio para los grupos insurgentes que actúan tanto en Pakistán como en Afganistán. Paradójicamente también contribuiría a reactivar el conflicto de Cachemira, enfriado últimamente por la mejora de las relaciones indo-pakistaníes.
El caso es que la propia naturaleza de las difíciles relaciones entre India y Pakistán, con gobiernos atenazados por opiniones públicas fuertemente radicalizadas, hace muy difícil detener esta dinámica, por más que no interese a ninguno de los dos gobiernos. Y más cuando la capacidad mediadora de EEUU se encuentra limitada por la transición entre administraciones. En esto consiste el siniestro mérito de la estrategia yihadista aplicada en Bombay. Los atentados
provocarán inevitablemente una crisis que, como mínimo, proporcionará un respiro a los grupos yihadistas en la frontera afgana, y como escenario más favorable – para los terroristas naturalmente – puede sumir la región en el caos.
Los atentados demuestran pues que, pese al aspecto caótico y descoordinado del yihadismo, existen núcleos de decisión que pueden realizar un planeamiento estratégico eficiente, y ordenar la ejecución de acciones tácticas bastante complejas. Y la duda está en dónde se encuentra ese o esos núcleos de decisión. La eficacia en la planificación y la conducción acrecienta las sospechas sobre la implicación de organizaciones estatales en la preparación de los atentados. Y resulta
inevitable la sospecha respecto al ISI, el servicio de inteligencia pakistaní. Sin embargo, pese a que la relación entre el ISI y los grupos yihadistas cachemires y pashtunes es un hecho aceptado, su posible implicación en los atentados de Bombay no puede por menos que plantear algunas dudas. En realidad las consecuencias de los atentados pueden resultar bastante desastrosas para Pakistán, y para los propios intereses del ISI que sin duda no saldrá indemne de la crisis que se avecina. No cabe descartar que algunos elementos de la inteligencia pakistaní sigan colaborando con los grupos yihadistas, e incluso que hayan participado en la preparación de los atentados de Bombay. El problema tradicional de los servicios de inteligencia, especialmente de aquellos que han debido organizar tantas operaciones clandestinas como los pakistaníes, es que muchos de sus elementos pueden quedar fuera de control. Pero parece bastante menos probable que el ISI como institución esté detrás de los ataques.
Por otro lado, los grupos yihadistas han sido capaces con anterioridad de ejecutar atentados que demostraban un cuidadoso planeamiento estratégico. Los atentados del 11-S, precedidos unos días antes por el asesinato de Massoud, alma de la resistencia anti talibán, abocaban a un escenario de yihad en Afganistán, uno de los teatros más difíciles que se pueden encontrar para el despliegue de fuerzas militares. El asalto al Parlamento Indio en 2001, antecedente de los ataques actuales, estuvo a punto de provocar una guerra entre India y Pakistán, convirtiendo las
zonas tribales del Noroeste en un santuario seguro para la reorganización de la insurgencia afgana, después del desastre de 2001. Los propios atentados del 11-M en Madrid, tuvieron un claro sentido estratégico respecto a la guerra de Irak. Y la reciente transferencia del esfuerzo yihadista desde Irak hacia Pakistán, el Sahel y Somalia demuestra una sorprendente capacidad para aplicar una estrategia de alcance global.
Tradicionalmente se ha atribuido esta capacidad de planear y decidir grandes acciones estratégicas al núcleo central de Al Qaeda. Pero existen dudas sobre si, en su estado actual, centrado en la supervivencia y la esporádica presencia en los medios de comunicación, la plana mayor de Al Qaeda puede asumir este tipo de tareas.
Persiste pues la duda sobre dónde se encuentran los centros de planeamiento y decisión estratégica del yihadismo, aunque es bastante probable que no existan como tales, o al menos no con la clásica estructura centralizada. En realidad puede que su proceso de planeamiento y decisión sea bastante caótico desde el punto de vista occidental, pero eso no impide que en algunos momentos, cuando se combinen una serie de factores favorables, pueda resultar igualmente eficiente.
Es posible imaginar, por ejemplo, que una idea general procedente de la dirección de Al Qaeda – golpear en la India para aliviar la presión en las zonas tribales de Pakistán y reactivar la lucha por Cachemira- haya sido puesto en práctica por un grupo terrorista cachemir, que preparó y armó a los terroristas, quizás con el apoyo directo o indirecto del ISI, y recibió inteligencia sobre los objetivos de un grupo yihadista indio, o de la mafia local, que también situó depósitos con armas y municiones en lugares concertados de Bombay. Probablemente gran parte de los
participantes en la operación desconocían su objetivo final. Y probablemente otros grupos han estado trabajando simultáneamente en lo mismo, con total desconocimiento de las actividades de los otros, y con unos resultados que pueden variar entre el abandono del plan en sus inicios y una fase de preparación muy avanzada Este ejemplo es solo una de las múltiples combinaciones posibles. Pero sirve para darnos una idea de las capacidades de unas redes que encuentran múltiples posibilidades en un mundo donde cada vez existen más “agujeros negros” tanto
sesde el punto de vista del control estatal del territorio, como de la legalidad internacional. El avance de los grupos islamistas en áreas donde el control estatal es muy tenue, como el Sahel, o prácticamente inexistente como Somalia, permite crear con impunidad redes cada vez más potentes y complementarias. Y también permite disponer de recursos globales al servicio de una estrategia también global. De momento la materialización de esta estrategia es todavía difícil, y habitualmente solo se pueden obtener éxitos puntuales, pero si las condiciones siguen mejorando las dificultades irán también desapareciendo.
La respuesta a la actual crisis tiene una respuesta a corto plazo y otra a largo. Respecto a la primera, tanto India como Pakistán deben hacer un esfuerzo que no resultará sencillo. India de contención y Pakistán de revisión de las actividades de algunas de sus instituciones estatales. Los objetivos estratégicos de los terroristas son tan evidentes como evidente es que no benefician a ninguno de los dos estados. Así pues sería doloroso que ambos se dejasen arrastrar hacia el conflicto por la retórica radical nacionalista y religiosa que abraza una parte importante de sus
opiniones públicas, e incluso algunas de sus instituciones. Solo las redes yihadistas resultarían vencedoras en un conflicto entre ambos.
El papel de EEUU es esencial, no solo como mediador sino como parte implicada. El próximo año resulta evidente que se va a realizar un importante esfuerzo en Afganistán, y el agravamiento de las tensiones entre India y Pakistán podría dar al traste con esta estrategia, aparte de desestabilizar toda la región. El asunto es suficientemente grave como para necesitar de un importante esfuerzo de coordinación entre las administraciones entrante y saliente. A largo plazo, la lucha contra el yihadismo requiere también un enfoque mucho más global. Los terroristas se nutren de cualquier punto débil que puedan encontrar en cualquier lugar del mundo. Estos “puntos débiles” pueden ser de naturaleza muy diversa. A veces se trata de territorios sin control estatal, en los que florecen actividades fuera de cualquier control internacional, como la piratería, el cultivo del opio o el tráfico de seres humanos, que presentan prometedoras oportunidades para los grupos yihadistas. A veces se trata de apoyos directos o indirectos para sus actividades. Desde el apoyo del ISI pakistaní a los independentistas cachemires, hasta la promoción por Arabia Saudí de una versión radical del Islam próxima a sus planteamientos, pasando por la reacción antinorteamericana que provocó el conflicto de Irak entre los inmigrantes musulmanes en Europa. A veces el punto débil se produce en la legislación nacional o internacional, como es el caso de los paraísos fiscales, la utilización de Internet como medio de adoctrinamiento y comunicación o las dificultades para la extradición de detenidos entre unos estados y otros.
La estrategia a largo plazo debe pasar por eliminar progresivamente estos puntos débiles, lo cual exigirá un esfuerzo internacional coordinado que combine la diplomacia, las medidas legales, la influencia económica, el intercambio de información y el uso de la fuerza militar. Caer en la tentación de un uso excesivo de la fuerza implicará el riesgo de agravar el problema, acercándose al catastrófico escenario de enfrentamiento abierto entre Occidente y el Islam con el que sueña
todo yihadista. Pero la tentación opuesta de no hacer nada, confiando en que el yihadismo será simplemente arrastrado por el curso de la Historia, puede resultar una actitud todavía más peligrosa.
www.athenaintelligence.org
No. 13/08 3 de diciembre de 2008
Atentados en Bombay: novedades preocupantes
José Luis Calvo
Aunque todavía poco claros en algunos puntos, los atentados terroristas en Bombay resultan especialmente preocupantes, tanto por la sangrienta eficacia de su ejecución como por el preciso análisis estratégico que parece existir en su origen.
Los atentados confirman la capacidad de algunos grupos yihadistas para emprender acciones complejas desde el punto de vista táctico y logístico. La infiltración de un grupo de terroristas armados desde un buque nodriza, el ataque a una decena de objetivos, y la capacidad para retener alguno de esos objetivos durante días frente a la acción de las fuerzas de seguridad significan un salto cualitativo desde la habitual utilización de terroristas suicidas o coches bomba.
En cualquier caso, no es la primera vez que se utiliza esta modalidad de atentado. De hecho era la habitual en Israel antes de las Intifadas, cuando se llevaron a cabo acciones terroristas como el asalto al aeropuerto de Lod (1972) o la matanza de Maalot (1974). También ha sido utilizado con frecuencia por grupos chechenos, que han llevado a cabo masivos secuestros de rehenes tras infiltrase en ciudades rusas como Buddyonovsk (1995), Kizlyar (1996), Moscú (teatro Dubrovka, 2002) o Beslán (2004). En la Cachemira india, este tipo de ataques por parte de terroristas portando armas automáticas y granadas, que siembran el caos hasta ser abatidos, es relativamente común.
El grupo independentista cachemir Lashkar- e-Toiba, y los subgrupos en los que se ha dividido, han utilizado rutinariamente este procedimiento, aunque se han apresurado a desmentir su implicación. También resulta inevitable apuntar hacia el Ejército de Mohammad (Jaish- e- Mohammad), un grupo pakistaní más cercano al internacionalismo yihadista, con el que encajaría mejor el ataque contra turistas y hombres de negocios occidentales Aparentemente los ataques de Bombay presentan la triste novedad de un excelente planeamiento y coordinación. El uso de lanchas neumáticas, un buque nodriza, que fue secuestrado y su tripulación asesinada, comunicaciones vía satélite, y una gran cantidad de munición, que difícilmente los terroristas podían haber llevado consigo, revelan también una considerable previsión y preparación logística.
Todavía no está claro si los terroristas pretendían capturar un número considerable de rehenes para crear una crisis de larga duración, o si simplemente pretendían sembrar el caos utilizando a los rehenes ocasionales como escudos humanos. La segunda opción parece más probable, pues de haberse planeado un secuestro masivo hubiera resultado más lógico concentrar toda la fuerza en uno o dos objetivos, intentando el control total de alguno de los grandes hoteles repletos
de turistas y hombres de negocios. La dispersión de los terroristas en múltiples grupos de ataque y objetivos apunta más bien a la intención de sembrar el máximo caos posible, convirtiendo Bombay en un campo de batalla.
Hasta el momento el gobierno indio solo ha confirmado la captura de un terrorista con vida, habiendo muerto otros nueve en los combates con las fuerzas de seguridad. La cifra de diez terroristas parece increíblemente reducida teniendo en cuenta que, armados simplemente con armas ligeras, granadas de mano y algunos artefactos explosivos de escasa potencia, atacaron diez objetivos, dejaron un terrible rastro de destrucción, se mantuvieron en combate hasta sesenta horas con las fuerzas de seguridad indias, y diecisiete miembros de éstas, incluyendo el jefe de la unidad antiterrorista de Bombay, murieron en los combates. En cualquier caso los
terroristas necesitaron cantidades ingentes de munición para conseguir esos resultados. Y dada la dificultad para llevarla consigo existen lógicas sospechas de que recibieron algún apoyo local, o que al menos otro grupo de apoyo pudo situar previamente depósitos de munición en determinados lugares de Bombay. Pero lo más importante es que estos atentados parecen obedecer a un enfoque estratégico bastante elaborado. Convertir el centro turístico y financiero de Bombay en un campo de batalla es algo ante lo que cual el gobierno indio no tiene más
remedio que responder. Y la respuesta obvia es un incremento de la tensión con Pakistán, sobre todo teniendo en cuenta que toda la información disponible apunta al territorio pakistaní, aunque no necesariamente a las instituciones del país, como origen de los atentados. El refuerzo de la presencia militar en la frontera, que sería la más suave de las medidas que la India podría adoptar, obligaría al gobierno de Pakistán a un despliegue similar. Y esto implicaría de hecho la paralización de las operaciones en las zonas tribales del Noroeste, y un considerable alivio para los grupos insurgentes que actúan tanto en Pakistán como en Afganistán. Paradójicamente también contribuiría a reactivar el conflicto de Cachemira, enfriado últimamente por la mejora de las relaciones indo-pakistaníes.
El caso es que la propia naturaleza de las difíciles relaciones entre India y Pakistán, con gobiernos atenazados por opiniones públicas fuertemente radicalizadas, hace muy difícil detener esta dinámica, por más que no interese a ninguno de los dos gobiernos. Y más cuando la capacidad mediadora de EEUU se encuentra limitada por la transición entre administraciones. En esto consiste el siniestro mérito de la estrategia yihadista aplicada en Bombay. Los atentados
provocarán inevitablemente una crisis que, como mínimo, proporcionará un respiro a los grupos yihadistas en la frontera afgana, y como escenario más favorable – para los terroristas naturalmente – puede sumir la región en el caos.
Los atentados demuestran pues que, pese al aspecto caótico y descoordinado del yihadismo, existen núcleos de decisión que pueden realizar un planeamiento estratégico eficiente, y ordenar la ejecución de acciones tácticas bastante complejas. Y la duda está en dónde se encuentra ese o esos núcleos de decisión. La eficacia en la planificación y la conducción acrecienta las sospechas sobre la implicación de organizaciones estatales en la preparación de los atentados. Y resulta
inevitable la sospecha respecto al ISI, el servicio de inteligencia pakistaní. Sin embargo, pese a que la relación entre el ISI y los grupos yihadistas cachemires y pashtunes es un hecho aceptado, su posible implicación en los atentados de Bombay no puede por menos que plantear algunas dudas. En realidad las consecuencias de los atentados pueden resultar bastante desastrosas para Pakistán, y para los propios intereses del ISI que sin duda no saldrá indemne de la crisis que se avecina. No cabe descartar que algunos elementos de la inteligencia pakistaní sigan colaborando con los grupos yihadistas, e incluso que hayan participado en la preparación de los atentados de Bombay. El problema tradicional de los servicios de inteligencia, especialmente de aquellos que han debido organizar tantas operaciones clandestinas como los pakistaníes, es que muchos de sus elementos pueden quedar fuera de control. Pero parece bastante menos probable que el ISI como institución esté detrás de los ataques.
Por otro lado, los grupos yihadistas han sido capaces con anterioridad de ejecutar atentados que demostraban un cuidadoso planeamiento estratégico. Los atentados del 11-S, precedidos unos días antes por el asesinato de Massoud, alma de la resistencia anti talibán, abocaban a un escenario de yihad en Afganistán, uno de los teatros más difíciles que se pueden encontrar para el despliegue de fuerzas militares. El asalto al Parlamento Indio en 2001, antecedente de los ataques actuales, estuvo a punto de provocar una guerra entre India y Pakistán, convirtiendo las
zonas tribales del Noroeste en un santuario seguro para la reorganización de la insurgencia afgana, después del desastre de 2001. Los propios atentados del 11-M en Madrid, tuvieron un claro sentido estratégico respecto a la guerra de Irak. Y la reciente transferencia del esfuerzo yihadista desde Irak hacia Pakistán, el Sahel y Somalia demuestra una sorprendente capacidad para aplicar una estrategia de alcance global.
Tradicionalmente se ha atribuido esta capacidad de planear y decidir grandes acciones estratégicas al núcleo central de Al Qaeda. Pero existen dudas sobre si, en su estado actual, centrado en la supervivencia y la esporádica presencia en los medios de comunicación, la plana mayor de Al Qaeda puede asumir este tipo de tareas.
Persiste pues la duda sobre dónde se encuentran los centros de planeamiento y decisión estratégica del yihadismo, aunque es bastante probable que no existan como tales, o al menos no con la clásica estructura centralizada. En realidad puede que su proceso de planeamiento y decisión sea bastante caótico desde el punto de vista occidental, pero eso no impide que en algunos momentos, cuando se combinen una serie de factores favorables, pueda resultar igualmente eficiente.
Es posible imaginar, por ejemplo, que una idea general procedente de la dirección de Al Qaeda – golpear en la India para aliviar la presión en las zonas tribales de Pakistán y reactivar la lucha por Cachemira- haya sido puesto en práctica por un grupo terrorista cachemir, que preparó y armó a los terroristas, quizás con el apoyo directo o indirecto del ISI, y recibió inteligencia sobre los objetivos de un grupo yihadista indio, o de la mafia local, que también situó depósitos con armas y municiones en lugares concertados de Bombay. Probablemente gran parte de los
participantes en la operación desconocían su objetivo final. Y probablemente otros grupos han estado trabajando simultáneamente en lo mismo, con total desconocimiento de las actividades de los otros, y con unos resultados que pueden variar entre el abandono del plan en sus inicios y una fase de preparación muy avanzada Este ejemplo es solo una de las múltiples combinaciones posibles. Pero sirve para darnos una idea de las capacidades de unas redes que encuentran múltiples posibilidades en un mundo donde cada vez existen más “agujeros negros” tanto
sesde el punto de vista del control estatal del territorio, como de la legalidad internacional. El avance de los grupos islamistas en áreas donde el control estatal es muy tenue, como el Sahel, o prácticamente inexistente como Somalia, permite crear con impunidad redes cada vez más potentes y complementarias. Y también permite disponer de recursos globales al servicio de una estrategia también global. De momento la materialización de esta estrategia es todavía difícil, y habitualmente solo se pueden obtener éxitos puntuales, pero si las condiciones siguen mejorando las dificultades irán también desapareciendo.
La respuesta a la actual crisis tiene una respuesta a corto plazo y otra a largo. Respecto a la primera, tanto India como Pakistán deben hacer un esfuerzo que no resultará sencillo. India de contención y Pakistán de revisión de las actividades de algunas de sus instituciones estatales. Los objetivos estratégicos de los terroristas son tan evidentes como evidente es que no benefician a ninguno de los dos estados. Así pues sería doloroso que ambos se dejasen arrastrar hacia el conflicto por la retórica radical nacionalista y religiosa que abraza una parte importante de sus
opiniones públicas, e incluso algunas de sus instituciones. Solo las redes yihadistas resultarían vencedoras en un conflicto entre ambos.
El papel de EEUU es esencial, no solo como mediador sino como parte implicada. El próximo año resulta evidente que se va a realizar un importante esfuerzo en Afganistán, y el agravamiento de las tensiones entre India y Pakistán podría dar al traste con esta estrategia, aparte de desestabilizar toda la región. El asunto es suficientemente grave como para necesitar de un importante esfuerzo de coordinación entre las administraciones entrante y saliente. A largo plazo, la lucha contra el yihadismo requiere también un enfoque mucho más global. Los terroristas se nutren de cualquier punto débil que puedan encontrar en cualquier lugar del mundo. Estos “puntos débiles” pueden ser de naturaleza muy diversa. A veces se trata de territorios sin control estatal, en los que florecen actividades fuera de cualquier control internacional, como la piratería, el cultivo del opio o el tráfico de seres humanos, que presentan prometedoras oportunidades para los grupos yihadistas. A veces se trata de apoyos directos o indirectos para sus actividades. Desde el apoyo del ISI pakistaní a los independentistas cachemires, hasta la promoción por Arabia Saudí de una versión radical del Islam próxima a sus planteamientos, pasando por la reacción antinorteamericana que provocó el conflicto de Irak entre los inmigrantes musulmanes en Europa. A veces el punto débil se produce en la legislación nacional o internacional, como es el caso de los paraísos fiscales, la utilización de Internet como medio de adoctrinamiento y comunicación o las dificultades para la extradición de detenidos entre unos estados y otros.
La estrategia a largo plazo debe pasar por eliminar progresivamente estos puntos débiles, lo cual exigirá un esfuerzo internacional coordinado que combine la diplomacia, las medidas legales, la influencia económica, el intercambio de información y el uso de la fuerza militar. Caer en la tentación de un uso excesivo de la fuerza implicará el riesgo de agravar el problema, acercándose al catastrófico escenario de enfrentamiento abierto entre Occidente y el Islam con el que sueña
todo yihadista. Pero la tentación opuesta de no hacer nada, confiando en que el yihadismo será simplemente arrastrado por el curso de la Historia, puede resultar una actitud todavía más peligrosa.
sábado, 25 de octubre de 2008
De prostitutas y "chulos"
Tradicionalmente denominado "el oficio más viejo del mundo", el origen del ejercicio de la prostitución se localiza en el tiempo por algunos autores en la antiquísima región de Caldea. Lo cierto es que desde entonces, o desde antes, su presencia ha sido constante en la historia de la humanidad. En la antigua Roma ya se podían distinguir diferentes especialidades que nos recuerdan que no hay nada nuevo bajo el sol en este sentido: existían -entre otras clases- las mujeres llamadas "copae", que eran las sirvientas de posadas y tabernas que además ejercían la prostitución, las "noctilunae", que eran las que atraían a la clientela como caminantes nocturnas, y las "forariae", cuyo campo de acción eran las carreteras.
La primera gran organización delictiva relacionada con la prostitución surgió en el Nueva York de Lucky Luciano. El gángster seleccionó a un grupo de hombres jóvenes y les envió a las zonas donde las mujeres acostumbraban a acudir en busca de diversión. Poco a poco las iniciaron en el consumo de drogas y en la "vida fácil", cortándoles luego de repente el suministro. Estas, ante tal situación, se gastaban todos sus ahorros apareciendo entonces los apuros económicos. Reaparecían entonces sus antiguos amigos que les ofrecían "trabajo" y dinero fácil. Por éste método (que todavía funciona aunque sea a menor escala e incluso a nivel individual) llegó a controlar 2.000 chicas y 200 locales. El negocio era redondo y lucrativo porque además de controlar la prostitución en gran parte de la ciudad, se dominaba paralelamente el mercado de la droga, del cual las propias prostitutas eran principales y asiduas clientes, participaban en los beneficios encargados de locales y "agentes" de las chicas, y además también se posibilitaban negocios accesorios, como por ejemplo el préstamo con importantes intereses a las que eran detenidas para que pudieran pagarse la libertad bajo fianza.
En muchos casos, y sobre todo en los últimos siglos, la prostitución ha estado ligada más o menos directamente con aspectos delictivos o al menos con un estilo de vida marginal, y por ello ha devenido objeto de atención de la Criminología. En unos casos como sujeto activo de la comisión de delitos, pero en otros muchos como víctima de ellos.
Según diferentes épocas, la prostitución ha estado penalizada o no, y en algunas sólo se penaba la prostitución femenina. En la actualidad se castigan únicamente las conductas relacionadas con ella, como su promoción, favorecimiento o facilitación, y también al que determine a otro a ejercerla o mantenerse en ella, o el que se lucre de quien la lleva a cabo, aún con su consentimiento. Esta última figura es la conocida como "chulo" o rufián (que según el diccionario es el que vive a costa de la mujer pública), que en gran parte de los casos es el que verdaderamente saca beneficios de la situación. La verdad es que en su inmensa mayoría el problema de la prostitución sigue siendo de carácter femenino.
Pero ¿cómo puede explicarse que una persona pueda soportar a alguien que continuamente le está explotando? Aparte del ejercicio de coacciones morales y físicas y del ofrecimiento de una supuesta protección, en muchos casos el “chulo” es el amante o marido que le impulsa a su actividad para vivir de sus ingresos y tiene una fuerte influencia sobre ella. Puede sorprender, pero, en algunas ocasiones, la mujer lo que obtiene de la situación es una cierta compensación, al considerar que con ese modo de vida coloca a su amante bajo su dependencia y le crea un ambiente de vida donde -en cierta manera- es prisionero suyo, y entonces suele colmarle de regalos y atenciones, al mismo tiempo que suele estar poseída por unos celos feroces.
En otros casos se trata de un delincuente que sale de la cárcel, y ante la falta de oportunidades para integrarse a la sociedad vive sólo, y la única mujer que encuentra es la prostituta. Cuando a veces se une a ella, viven juntos y la única fuente de ganancias es la de la mujer. El problema entre ellos surge cuando el “chulo” se comporta cada vez más exigentemente, debiendo la mujer darle cada vez más dinero, o cuando ella o ambos tienen más necesidades para alimentar su drogadicción, por lo que ha de aumentar su "rendimiento", prolongar su jornada, e incluso si se le ofrecen otras ocasiones - como las delictivas - aprovecharlas. Aparecen así delitos como el llamado "timo del gato", que consiste en aprovechar para efectuar hurtos mientras el "cliente" duerme. Los delitos más asociados con la figura de la prostituta suelen ser los hurtos, robos, injurias y resistencias a la autoridad, siendo menos comunes el infanticidio o la conducta suicida. Pero, en la mayoría de casos, los delitos los comete el hombre que la "protege", aparte del delito propio que supone tal figura, y en los que la mujer puede llegar a ser encubridora, facilitadora, cómplice, e incluso instigadora.
La simple prohibición de la prostitución no ha conseguido nunca erradicarla. Y es que no hay que actuar aisladamente en ese sentido (no hay que olvidar los problemas sociales que la rodean), sino que habría que hacerlo además coordinadamente sobre la droga y la delincuencia, en muchos casos íntimamente interrelacionadas, siendo el problema muy difícil de solucionar sin tener en cuenta una visión criminológica global de todos estos aspectos.
Paco Bernabeu
Criminólogo
La primera gran organización delictiva relacionada con la prostitución surgió en el Nueva York de Lucky Luciano. El gángster seleccionó a un grupo de hombres jóvenes y les envió a las zonas donde las mujeres acostumbraban a acudir en busca de diversión. Poco a poco las iniciaron en el consumo de drogas y en la "vida fácil", cortándoles luego de repente el suministro. Estas, ante tal situación, se gastaban todos sus ahorros apareciendo entonces los apuros económicos. Reaparecían entonces sus antiguos amigos que les ofrecían "trabajo" y dinero fácil. Por éste método (que todavía funciona aunque sea a menor escala e incluso a nivel individual) llegó a controlar 2.000 chicas y 200 locales. El negocio era redondo y lucrativo porque además de controlar la prostitución en gran parte de la ciudad, se dominaba paralelamente el mercado de la droga, del cual las propias prostitutas eran principales y asiduas clientes, participaban en los beneficios encargados de locales y "agentes" de las chicas, y además también se posibilitaban negocios accesorios, como por ejemplo el préstamo con importantes intereses a las que eran detenidas para que pudieran pagarse la libertad bajo fianza.
En muchos casos, y sobre todo en los últimos siglos, la prostitución ha estado ligada más o menos directamente con aspectos delictivos o al menos con un estilo de vida marginal, y por ello ha devenido objeto de atención de la Criminología. En unos casos como sujeto activo de la comisión de delitos, pero en otros muchos como víctima de ellos.
Según diferentes épocas, la prostitución ha estado penalizada o no, y en algunas sólo se penaba la prostitución femenina. En la actualidad se castigan únicamente las conductas relacionadas con ella, como su promoción, favorecimiento o facilitación, y también al que determine a otro a ejercerla o mantenerse en ella, o el que se lucre de quien la lleva a cabo, aún con su consentimiento. Esta última figura es la conocida como "chulo" o rufián (que según el diccionario es el que vive a costa de la mujer pública), que en gran parte de los casos es el que verdaderamente saca beneficios de la situación. La verdad es que en su inmensa mayoría el problema de la prostitución sigue siendo de carácter femenino.
Pero ¿cómo puede explicarse que una persona pueda soportar a alguien que continuamente le está explotando? Aparte del ejercicio de coacciones morales y físicas y del ofrecimiento de una supuesta protección, en muchos casos el “chulo” es el amante o marido que le impulsa a su actividad para vivir de sus ingresos y tiene una fuerte influencia sobre ella. Puede sorprender, pero, en algunas ocasiones, la mujer lo que obtiene de la situación es una cierta compensación, al considerar que con ese modo de vida coloca a su amante bajo su dependencia y le crea un ambiente de vida donde -en cierta manera- es prisionero suyo, y entonces suele colmarle de regalos y atenciones, al mismo tiempo que suele estar poseída por unos celos feroces.
En otros casos se trata de un delincuente que sale de la cárcel, y ante la falta de oportunidades para integrarse a la sociedad vive sólo, y la única mujer que encuentra es la prostituta. Cuando a veces se une a ella, viven juntos y la única fuente de ganancias es la de la mujer. El problema entre ellos surge cuando el “chulo” se comporta cada vez más exigentemente, debiendo la mujer darle cada vez más dinero, o cuando ella o ambos tienen más necesidades para alimentar su drogadicción, por lo que ha de aumentar su "rendimiento", prolongar su jornada, e incluso si se le ofrecen otras ocasiones - como las delictivas - aprovecharlas. Aparecen así delitos como el llamado "timo del gato", que consiste en aprovechar para efectuar hurtos mientras el "cliente" duerme. Los delitos más asociados con la figura de la prostituta suelen ser los hurtos, robos, injurias y resistencias a la autoridad, siendo menos comunes el infanticidio o la conducta suicida. Pero, en la mayoría de casos, los delitos los comete el hombre que la "protege", aparte del delito propio que supone tal figura, y en los que la mujer puede llegar a ser encubridora, facilitadora, cómplice, e incluso instigadora.
La simple prohibición de la prostitución no ha conseguido nunca erradicarla. Y es que no hay que actuar aisladamente en ese sentido (no hay que olvidar los problemas sociales que la rodean), sino que habría que hacerlo además coordinadamente sobre la droga y la delincuencia, en muchos casos íntimamente interrelacionadas, siendo el problema muy difícil de solucionar sin tener en cuenta una visión criminológica global de todos estos aspectos.
Paco Bernabeu
Criminólogo
viernes, 26 de septiembre de 2008
Escolares asesinos en masa
De izquierda a derecha, los finlandeses Matti Juhani Saari y Pekka-Eric Auvinen, y el surcoreano Cho Seung-Hui. Tristemente famosos por ser los protagonistas de respectivas masacres en sus institutos (en Finlandia y Estados Unidos) y que, evidentemente, y tal como ha podido comprobarse, comparten características comunes. Todos ellos dejaron su “mensaje” a la humanidad en forma de manifiesto, como no puede ser menos en nuestra época, aprovechando los medios que pueden ofrecer una mayor difusión. Y en esta época de intercambio globalizado y globalizador, los tres admiraban otro antecedente ya paradigmático para ellos como es el de la matanza de Columbine. No obstante, las similitudes no se limitan a estas características externas, sino que son mucho más profundas.
Para los penalistas (y para las Fuerzas de Seguridad) imagino que el asunto ya tendrá un carácter bastante relativo: se sabe quién ha sido, se saben las consecuencias, y ya no hay nadie a quién condenar por los hechos. Sin embargo, para los criminólogos –días después del suceso- una de las preguntas importantes sigue subsistiendo: ¿porqué?
Como muchos de los asesinos en masa, y la práctica totalidad de los que han actuado en el entorno de su escuela o trabajo, se vengan así de las afrentas que creen haber recibido de la sociedad o toman represalias contra ella, después de una larga y cuidadosa preparación (algunas veces de meses de duración). De repente un día, seguramente a consecuencia de un desencadenante en los que los demás que ni siquiera han reparado, deciden que ha llegado el día de castigar al mundo, se visten una especie de traje ceremonial a la semejanza de un moderno “ninja”, se arman hasta los dientes y se encaminan al lugar donde supuestamente, y en mayor medida, han focalizado esos subjetivos agravios. Previamente, “cuelgan” sus pensamientos y creencias sobre la sociedad en Internet, con una doble intención: convertirse en protagonistas de su propia “película”, y como un instrumento inconsciente que les permite de advertir a quienes les minusvaloran –de forma muy subliminal- que ellos valen mucho más de lo que creen quienes les rodean y que –de seguir la cosa así- esa “película” podría acabar trágicamente.
Lo que buscan, más que hacerse famosos (como algunos asesinos en serie), es vengarse de todos en un dramático y prolongado acto de castigo, y luego morir. Y para ello utilizan armas de fuego. Porque es un instrumento que permite una forma más impersonal de hacerlo, a diferencia de los asesinos en serie. Y es que atacan víctimas que para ellos son meros “objetos” que forman parte del escenario de su escarmiento expiatorio. Su habitual afición previa por ese tipo de armas forma parte de su prolongada preparación para el día de sacrificio supremo.
En ese acto final no suelen “explotar” de forma inopinada e instantánea -como suele creerse- impelidos por un repentino furor asesino, sino que se les puede ver en la escena del crimen con una paradójica tranquilidad, imbuidos profunda e internamente de su –para ellos- papel de héroes vengadores, procurando asegurarse el matar a quienes son los responsables de sus frustraciones. “Objetos” responsables, como se ha dicho, salvo en el caso de que haya alguien concreto en el que personalizar más su venganza, y que –en ese caso- será el que probablemente reciba el primer ataque, para continuar luego con los demás, ya sin una determinada elección, sino simplemente porque forman parte del escenario.
Y, como culminación, deciden morir en el desarrollo del guión, como muestra postrera de que el mundo no les merece. En realidad no se suicidan, sino que deciden morir en una explosión de violencia dirigida hacia el grupo que, según ellos, les ha oprimido o excluido, para demostrar así que no han sido reconocidos ni tratados justamente.
Hasta hace poco, la única nación –occidental y desarrollada- que era testigo atónito de estas conductas de forma repetida era Estados Unidos. Ahora se le ha unido, ya con varios casos, Finlandia. El nexo común entre ambas –entre otras cosas- es una política de acceso, más o menos libre, a las armas de fuego. No parece poder afirmarse que ese libre acceso puede generar, por sí mismo, producir casos como éste, pero desde luego, sí que habría que profundizar sobre la facilidad que aportan para que personas potencialmente inclinadas a ello puedan decidir el “paso al acto”.
Para los penalistas (y para las Fuerzas de Seguridad) imagino que el asunto ya tendrá un carácter bastante relativo: se sabe quién ha sido, se saben las consecuencias, y ya no hay nadie a quién condenar por los hechos. Sin embargo, para los criminólogos –días después del suceso- una de las preguntas importantes sigue subsistiendo: ¿porqué?
Como muchos de los asesinos en masa, y la práctica totalidad de los que han actuado en el entorno de su escuela o trabajo, se vengan así de las afrentas que creen haber recibido de la sociedad o toman represalias contra ella, después de una larga y cuidadosa preparación (algunas veces de meses de duración). De repente un día, seguramente a consecuencia de un desencadenante en los que los demás que ni siquiera han reparado, deciden que ha llegado el día de castigar al mundo, se visten una especie de traje ceremonial a la semejanza de un moderno “ninja”, se arman hasta los dientes y se encaminan al lugar donde supuestamente, y en mayor medida, han focalizado esos subjetivos agravios. Previamente, “cuelgan” sus pensamientos y creencias sobre la sociedad en Internet, con una doble intención: convertirse en protagonistas de su propia “película”, y como un instrumento inconsciente que les permite de advertir a quienes les minusvaloran –de forma muy subliminal- que ellos valen mucho más de lo que creen quienes les rodean y que –de seguir la cosa así- esa “película” podría acabar trágicamente.
Lo que buscan, más que hacerse famosos (como algunos asesinos en serie), es vengarse de todos en un dramático y prolongado acto de castigo, y luego morir. Y para ello utilizan armas de fuego. Porque es un instrumento que permite una forma más impersonal de hacerlo, a diferencia de los asesinos en serie. Y es que atacan víctimas que para ellos son meros “objetos” que forman parte del escenario de su escarmiento expiatorio. Su habitual afición previa por ese tipo de armas forma parte de su prolongada preparación para el día de sacrificio supremo.
En ese acto final no suelen “explotar” de forma inopinada e instantánea -como suele creerse- impelidos por un repentino furor asesino, sino que se les puede ver en la escena del crimen con una paradójica tranquilidad, imbuidos profunda e internamente de su –para ellos- papel de héroes vengadores, procurando asegurarse el matar a quienes son los responsables de sus frustraciones. “Objetos” responsables, como se ha dicho, salvo en el caso de que haya alguien concreto en el que personalizar más su venganza, y que –en ese caso- será el que probablemente reciba el primer ataque, para continuar luego con los demás, ya sin una determinada elección, sino simplemente porque forman parte del escenario.
Y, como culminación, deciden morir en el desarrollo del guión, como muestra postrera de que el mundo no les merece. En realidad no se suicidan, sino que deciden morir en una explosión de violencia dirigida hacia el grupo que, según ellos, les ha oprimido o excluido, para demostrar así que no han sido reconocidos ni tratados justamente.
Hasta hace poco, la única nación –occidental y desarrollada- que era testigo atónito de estas conductas de forma repetida era Estados Unidos. Ahora se le ha unido, ya con varios casos, Finlandia. El nexo común entre ambas –entre otras cosas- es una política de acceso, más o menos libre, a las armas de fuego. No parece poder afirmarse que ese libre acceso puede generar, por sí mismo, producir casos como éste, pero desde luego, sí que habría que profundizar sobre la facilidad que aportan para que personas potencialmente inclinadas a ello puedan decidir el “paso al acto”.
Francisco Bernabeu Ayela
martes, 29 de julio de 2008
XV CONGRESO MUNDIAL DE CRIMINOLOGÍA
Los pasados días 20 al 25 de este mes de julio de 2008, se ha celebrado en Barcelona el XV Congreso Mundial de Criminología de la Sociedad Internacional de Criminología. Los Congresos Mundiales se vienen celebrando desde 1938 cuando tuvo lugar el primero en Roma. Inicialmente, tenían lugar cada 5 años y en la actualidad se celebran cada 3. La sede del anterior fue Filadelfia (USA) y el pasado día 25 de julio se anunció que el próximo tendrá lugar en la ciudad japonesa de Kobe en el año 2011. La única vez que se había celebrado un Congreso Mundial de Criminología en España fue en Madrid en el año 1.970.
El tema general de este XV Congreso que ha sido “Criminalidad y Criminología: Investigación y Acción”, se ha subdividido en tres campos significativos del estado actual de la criminalidad y de su control en las principales regiones del mundo: criminalidad transnacional, criminalidad urbana, y víctimas y justicia restaurativa.
Para incidir en el primero de ellos se trató de tener en cuenta el valorar las tendencias dominantes de la criminalidad en un contexto de globalización económica, cultural y de extensión de los fenómenos migratorios, tratando los siguientes asuntos:
- Crimen organizado, criminalidad económica, cibercriminalidad, terrorismo, tráfico de seres humanos y de drogas.
- Necesidad de una cooperación interestatal y transcontinental.
- Desarrollo de políticas supranacionales con vistas a la adaptación de las legislaciones y de la política-criminal nacionales.
- Papel específico de la Criminología: educación, investigación y política-criminal.
Respecto del segundo, el estudio se centró en cómo el desarrollo creciente de las ciudades en las diferentes regiones del mundo llama a una renovada reflexión sobre la relación entre este fenómeno social y la criminalidad. Por ello, los temas principales se refirieron a los siguientes aspectos:
- Grandes metrópolis urbanas y aumento de la criminalidad y de la violencia contra el poder, las leyes y el orden público.
- Inseguridad de la población.
- Influencia de la diversidad cultural y de los fenómenos migratorios.
- Búsqueda de nuevas estrategias (policía, prevención).
- Papel deseable de la Criminología en las políticas urbanas (city planning).
En el tercero, se ha profundizado en la existencia de un nuevo interés por la víctima y por el lugar que se le debe reservar en el proceso penal mediante los siguientes temas:
- Criminalidad y victimización.
- Criminología y victimología.
- Justicia penal y derechos de las víctimas.
- Procedimientos de reparación, compensación, mediación, reconciliación, conferencing y formas de la justicia comunitaria.
- Victimizaciones masivas y procedimientos especiales de comisiones de verdad.
- Desarrollo de asociaciones de víctimas (grupos de presión).
- Justicia restaurativa y papel de la Criminología.
Para desarrollar todos estos temas se han celebrado 11 sesiones plenarias y 157 mesas redondas, con un total de 435 ponentes. Entre los más de 950 asistentes de más de 60 países ha podido verse a criminólogos tan importantes y conocidos como, entre otros, a Setsuo Miyazawa, David Garland, Yutaka Harada, Tony Peters, Serge Brochu, Mª Luz Lima, Larry Sherman, George Kellens, Augusto Balloni, Miklos Levay, Luis Rodríguez Manzanera, Larry Sherman, Denis Szabo, Eugenio Raul Zaffaroni, Ezza Fattah, Marc Groenhuijsen, Letizia Paoli, Emilio Viano, Wesley Slogan o Johan Goethals.
Sin olvidar a los españoles Vicente Garrido, Santiago Redondo, Esther Giménez-Salinas, Cristina Rechea, Andrea Giménez-Salinas, Anabel Cerezo, José Mª Tamarit, Esther Fernández Molina, Myriam Herrera, Jorge Sobral, Diego Torrente, Antonio Andrés Pueyo, Elisa García España o Carlos Vázquez, entre otros.
Tampoco han faltado penalistas que, de alguna u otra manera, se acercan a veces por el “lado oscuro”, como ha sido el caso de Santiago Mir, José Luis Díez Ripollés, Mirentxu Corcoy, Joan Joseph Queralt, José Luis de la Cuesta o Luis Arroyo Zapatero.
Como actividad paralela ha destacado la exposición “Materiales zurdos (Art & Criminology)”, de pintura, escultura e instalaciones del artista y criminólogo ilicitano Eutiquio Estirado, que ha sido visitada por un gran número de barceloneses, además de los asistentes al Congreso.
Por último destacar que la SIC (Sociedad Internacional de Criminología) y la FACE (Federación de Asociaciones de Criminólogos de España) han suscrito conjuntamente, con ocasión de este XV Congreso Mundial, un documento en el que se han plasmado una serie de recomendaciones sobre el futuro deseable en España de la Criminología y la profesión de criminólogo.
El tema general de este XV Congreso que ha sido “Criminalidad y Criminología: Investigación y Acción”, se ha subdividido en tres campos significativos del estado actual de la criminalidad y de su control en las principales regiones del mundo: criminalidad transnacional, criminalidad urbana, y víctimas y justicia restaurativa.
Para incidir en el primero de ellos se trató de tener en cuenta el valorar las tendencias dominantes de la criminalidad en un contexto de globalización económica, cultural y de extensión de los fenómenos migratorios, tratando los siguientes asuntos:
- Crimen organizado, criminalidad económica, cibercriminalidad, terrorismo, tráfico de seres humanos y de drogas.
- Necesidad de una cooperación interestatal y transcontinental.
- Desarrollo de políticas supranacionales con vistas a la adaptación de las legislaciones y de la política-criminal nacionales.
- Papel específico de la Criminología: educación, investigación y política-criminal.
Respecto del segundo, el estudio se centró en cómo el desarrollo creciente de las ciudades en las diferentes regiones del mundo llama a una renovada reflexión sobre la relación entre este fenómeno social y la criminalidad. Por ello, los temas principales se refirieron a los siguientes aspectos:
- Grandes metrópolis urbanas y aumento de la criminalidad y de la violencia contra el poder, las leyes y el orden público.
- Inseguridad de la población.
- Influencia de la diversidad cultural y de los fenómenos migratorios.
- Búsqueda de nuevas estrategias (policía, prevención).
- Papel deseable de la Criminología en las políticas urbanas (city planning).
En el tercero, se ha profundizado en la existencia de un nuevo interés por la víctima y por el lugar que se le debe reservar en el proceso penal mediante los siguientes temas:
- Criminalidad y victimización.
- Criminología y victimología.
- Justicia penal y derechos de las víctimas.
- Procedimientos de reparación, compensación, mediación, reconciliación, conferencing y formas de la justicia comunitaria.
- Victimizaciones masivas y procedimientos especiales de comisiones de verdad.
- Desarrollo de asociaciones de víctimas (grupos de presión).
- Justicia restaurativa y papel de la Criminología.
Para desarrollar todos estos temas se han celebrado 11 sesiones plenarias y 157 mesas redondas, con un total de 435 ponentes. Entre los más de 950 asistentes de más de 60 países ha podido verse a criminólogos tan importantes y conocidos como, entre otros, a Setsuo Miyazawa, David Garland, Yutaka Harada, Tony Peters, Serge Brochu, Mª Luz Lima, Larry Sherman, George Kellens, Augusto Balloni, Miklos Levay, Luis Rodríguez Manzanera, Larry Sherman, Denis Szabo, Eugenio Raul Zaffaroni, Ezza Fattah, Marc Groenhuijsen, Letizia Paoli, Emilio Viano, Wesley Slogan o Johan Goethals.
Sin olvidar a los españoles Vicente Garrido, Santiago Redondo, Esther Giménez-Salinas, Cristina Rechea, Andrea Giménez-Salinas, Anabel Cerezo, José Mª Tamarit, Esther Fernández Molina, Myriam Herrera, Jorge Sobral, Diego Torrente, Antonio Andrés Pueyo, Elisa García España o Carlos Vázquez, entre otros.
Tampoco han faltado penalistas que, de alguna u otra manera, se acercan a veces por el “lado oscuro”, como ha sido el caso de Santiago Mir, José Luis Díez Ripollés, Mirentxu Corcoy, Joan Joseph Queralt, José Luis de la Cuesta o Luis Arroyo Zapatero.
Como actividad paralela ha destacado la exposición “Materiales zurdos (Art & Criminology)”, de pintura, escultura e instalaciones del artista y criminólogo ilicitano Eutiquio Estirado, que ha sido visitada por un gran número de barceloneses, además de los asistentes al Congreso.
Por último destacar que la SIC (Sociedad Internacional de Criminología) y la FACE (Federación de Asociaciones de Criminólogos de España) han suscrito conjuntamente, con ocasión de este XV Congreso Mundial, un documento en el que se han plasmado una serie de recomendaciones sobre el futuro deseable en España de la Criminología y la profesión de criminólogo.
domingo, 15 de junio de 2008
Violencia gregaria (y el caso del blog)
El catálogo de incidentes relacionados con la huelga de transporte no ha incluido sólo el caso del fallecido después de haber sido arrastrado por una furgoneta, sino toda una cadena de actos vandálicos, agresiones, coacciones y amenazas, además de otros más graves como –por ejemplo- las graves lesiones sufridas por un camionero al ser quemado ¿inadvertidamente? en su propio camión. Cada uno de los casos tiene sus propias características. En el que es objeto de atención del “caso blogmático”, hay un resultado de muerte y, por lo tanto, un presunto culpable. Sin embargo, ¿hasta dónde llega esa culpabilidad?. Von Hentig ya habló hace mucho tiempo de la víctima participante que, incluso, puede llegar a provocar su propia victimización. Y, ya que hemos advertido previamente en este mismo espacio que –en cualquier momento- puede aparecer alguna “herejía jurídica”, vamos a ello. Evidentemente, hay una conducta impropia por parte del presunto culpable de la muerte (aparte de la de intentar huir de la escena del crimen). Pero, ¿podría incluso a hablarse de que el fallecido podría haber sido un cooperador necesario en su propia victimización?. ¿Se habría producido la muerte si la víctima no se hubiera dejado llevar por su ardor “informativo” en el piquete de huelga?
Efectivamente. Cada caso presenta connotaciones propias y diferentes. Pero, prácticamente en todas las acciones delictivas, o cuasidelictivas sobre la que estamos comentando, se presenta un elemento común: la influencia –más o menos importante- del entorno y de la masa en la que se han inscrito: ¿hubieran llevado a cabo las mismas acciones cada uno de los protagonistas si no hubieran formado parte de una acción colectiva?
Por eso, una cuestión en la que no puedo resistir adentrarme es en la de la influencia del grupo en la acción individual, en casos como los presentados estos últimos días. En los que, por cierto, parece existir un cierta consideración diferente. ¿Son menos vandálicos los actos cuando se inscriben dentro del ejercicio del derecho de huelga? ¿Son menos reprochables las agresiones, las coacciones y las amenazas por ser llevadas a cabo por un piquete “informativo”?.
Desde hace ya tiempo, un problema que ha llamado la atención de la Criminología ha sido el del comportamiento de los grandes grupos. Especialmente cuando se decanta hacia los aspectos agresivos, y –como consecuencia- hacia una criminalidad de orientación claramente violenta. Y es que, en estos casos, se sobrepasa el carácter puramente colectivo de congregación espacial de personas, potenciándose la influencia de aspectos psicosociales y criminógenos que hacen que se origine un comportamiento uniforme de todos los individuos que conforman la masa. Comportamiento, muchas veces, alejado de lo que sería el de cada uno de ellos considerado individualmente.
Se suele considerar, como característica propia de la masa, el que sus componentes reaccionen en un mismo sentido y con un comportamiento revestido de intensas connotaciones emocionales, resultado de impulsos de los sentimientos más que por motivaciones racionales. Sin embargo, en principio, sus componentes no tienen porqué perder cada una de sus diferencias individualizadoras, ni todos ellos tienen que –necesariamente- obedecer a la consecución de unos mismos objetivos. Realmente, la unión de los individuos que componen la masa va más allá de la simple suma resultante, para convertirse en una especie de alma colectiva. Pero, no por ello hay que olvidar que –incluso en la criminalidad colectiva- no llegan a desaparecer totalmente las características singulares de cada uno de los actores.
En este aspecto de la colectividad, pueden observarse masas agresivas no lideradas, que suelen presentar un tiempo de existencia más o menos fugaz por falta de sostenimiento en su acción, y que pueden llegar a cometer actos intensamente violentos. Por otro lado, en otras hay un líder – unas veces estratégicamente elegido, otras totalmente espontáneo- que se convierte en el elemento catalizador de la acción de la masa. Así, es fácil que la gente pueda seguir al individuo que más grita, al más violento, o a las personas más emocionalmente implicadas en el elemento que ha ocasionado la puesta en marcha del grupo. En el primer caso, la disgregación de la masa es más fácil, pero es más difícil de controlar; en el segundo, la futura conducta es más fácil de predecir, pero sus acciones son más firmes porque su acción está focalizada por la persona que ostenta el liderazgo.
Hay tres factores principales que pueden explicar el fenómeno de las reacciones de la masa violenta. En primer lugar, los individuos que entran a formar parte de ella adquieren una conciencia de fuerza poderosa e invencible que les permite ceder a instintos que –de forma aislada- cada uno sometería a su autocontrol. Por otro lado, las interacciones entre cada uno de los componentes conllevan un carácter contagioso -casi hipnótico- que les lleva a aminorar su interés personal en beneficio del “interés” colectivo. Por último, es evidente la acción de un elemento sugestionador que hace que el inmerso en la multitud pierda su propia conciencia, y por el que la masa violenta –en su conjunto- puede ser impulsada a la ejecución “irresistible” de determinados actos.
No obstante, con la simple presencia de esos factores no siempre nacen las multitudes criminales. Y, desde luego, no todos los comportamientos pueden explicarse a través de unos mismos estímulos. El intento de explicación de estos fenómenos no sólo debe abarcar aspectos puramente individuales como suele ser práctica habitual desde la óptica penal, sino que –para comprenderlos desde el punto de vista criminológico- también hay que detenerse en cuestiones psicosocioantropológicas, sin olvidar algunas como las de la potenciación, sugestión y contagio que puede engendrar la multitud misma y sus pretendidos fines.
Paco Bernabeu. Criminólogo.
Efectivamente. Cada caso presenta connotaciones propias y diferentes. Pero, prácticamente en todas las acciones delictivas, o cuasidelictivas sobre la que estamos comentando, se presenta un elemento común: la influencia –más o menos importante- del entorno y de la masa en la que se han inscrito: ¿hubieran llevado a cabo las mismas acciones cada uno de los protagonistas si no hubieran formado parte de una acción colectiva?
Por eso, una cuestión en la que no puedo resistir adentrarme es en la de la influencia del grupo en la acción individual, en casos como los presentados estos últimos días. En los que, por cierto, parece existir un cierta consideración diferente. ¿Son menos vandálicos los actos cuando se inscriben dentro del ejercicio del derecho de huelga? ¿Son menos reprochables las agresiones, las coacciones y las amenazas por ser llevadas a cabo por un piquete “informativo”?.
Desde hace ya tiempo, un problema que ha llamado la atención de la Criminología ha sido el del comportamiento de los grandes grupos. Especialmente cuando se decanta hacia los aspectos agresivos, y –como consecuencia- hacia una criminalidad de orientación claramente violenta. Y es que, en estos casos, se sobrepasa el carácter puramente colectivo de congregación espacial de personas, potenciándose la influencia de aspectos psicosociales y criminógenos que hacen que se origine un comportamiento uniforme de todos los individuos que conforman la masa. Comportamiento, muchas veces, alejado de lo que sería el de cada uno de ellos considerado individualmente.
Se suele considerar, como característica propia de la masa, el que sus componentes reaccionen en un mismo sentido y con un comportamiento revestido de intensas connotaciones emocionales, resultado de impulsos de los sentimientos más que por motivaciones racionales. Sin embargo, en principio, sus componentes no tienen porqué perder cada una de sus diferencias individualizadoras, ni todos ellos tienen que –necesariamente- obedecer a la consecución de unos mismos objetivos. Realmente, la unión de los individuos que componen la masa va más allá de la simple suma resultante, para convertirse en una especie de alma colectiva. Pero, no por ello hay que olvidar que –incluso en la criminalidad colectiva- no llegan a desaparecer totalmente las características singulares de cada uno de los actores.
En este aspecto de la colectividad, pueden observarse masas agresivas no lideradas, que suelen presentar un tiempo de existencia más o menos fugaz por falta de sostenimiento en su acción, y que pueden llegar a cometer actos intensamente violentos. Por otro lado, en otras hay un líder – unas veces estratégicamente elegido, otras totalmente espontáneo- que se convierte en el elemento catalizador de la acción de la masa. Así, es fácil que la gente pueda seguir al individuo que más grita, al más violento, o a las personas más emocionalmente implicadas en el elemento que ha ocasionado la puesta en marcha del grupo. En el primer caso, la disgregación de la masa es más fácil, pero es más difícil de controlar; en el segundo, la futura conducta es más fácil de predecir, pero sus acciones son más firmes porque su acción está focalizada por la persona que ostenta el liderazgo.
Hay tres factores principales que pueden explicar el fenómeno de las reacciones de la masa violenta. En primer lugar, los individuos que entran a formar parte de ella adquieren una conciencia de fuerza poderosa e invencible que les permite ceder a instintos que –de forma aislada- cada uno sometería a su autocontrol. Por otro lado, las interacciones entre cada uno de los componentes conllevan un carácter contagioso -casi hipnótico- que les lleva a aminorar su interés personal en beneficio del “interés” colectivo. Por último, es evidente la acción de un elemento sugestionador que hace que el inmerso en la multitud pierda su propia conciencia, y por el que la masa violenta –en su conjunto- puede ser impulsada a la ejecución “irresistible” de determinados actos.
No obstante, con la simple presencia de esos factores no siempre nacen las multitudes criminales. Y, desde luego, no todos los comportamientos pueden explicarse a través de unos mismos estímulos. El intento de explicación de estos fenómenos no sólo debe abarcar aspectos puramente individuales como suele ser práctica habitual desde la óptica penal, sino que –para comprenderlos desde el punto de vista criminológico- también hay que detenerse en cuestiones psicosocioantropológicas, sin olvidar algunas como las de la potenciación, sugestión y contagio que puede engendrar la multitud misma y sus pretendidos fines.
Paco Bernabeu. Criminólogo.
viernes, 30 de mayo de 2008
A propósito de “El caso” de ciberbullying.
En una acepción, que ahora ya podríamos denominar como “clásica”, el bullying puede definirse como aquellas conductas o comportamientos agresivos –tanto desde el punto de vista físico como psicológico- que producen daño a una persona, generalmente llevadas a cabo de forma repetida en el tiempo y que se establecen sobre una base de “diferencia de poder” entre agresores y víctimas.
Sin embargo, a causa del continuo e imparable avance tecnológico, está empezando a iniciarse la posibilidad de su transmutación desde lo puramente físico a lo virtual. Y un ejemplo, tal vez por el momento el más dramático -pero desde luego no el último- es el protagonizado por Lori Drew.
Normalmente, se asocia el bullying al entorno escolar, pero la creciente “virtualización” hace que sus límite físicos y temporales no estén nada claros. Respecto de los físicos, porque ya no hay que restringirse a los lugares clásicos como el entorno de las escuelas y sus alrededores; en lo referido a los temporales porque determinados medios (teléfonos móviles, emails, messenger, etc...) proporcionan y permiten un contacto social con otros en todo momento y, prácticamente, en casi todos los lugares. De esa forma, el “ataque” ya no tiene que pasar ineludiblemente por la coincidencia espacial y temporal de agresores y víctimas. Y así, por ejemplo, la “inseparabilidad” de las personas (y también de los jóvenes) de su teléfono móvil les hace convertirse en un permanente objetivo potencial de victimización. Efectivamente, también podría decirse que la víctima puede muy fácilmente escapar del intento de acoso apagando el teléfono, o borrando el email o el texto del sms. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla, porque lo cierto es que una de las condiciones para ser una víctima potencial es –entre otras- la de que para ella sea crucial aferrarse a una identidad social y autoestima que le vienen permitidas por el contacto, en este caso virtual. Y es que lograrlo, para algunas personas, se hace mucho más accesible a través de los medios electrónicos, que por los físicos tradicionales.
En realidad, el bullying y el ciberbullying son intrínsecamente los mismas conductas, pero realizadas de forma externamente distinta, en el segundo caso mediante el empleo de medios electrónicos. Por eso, una diferencia en el caso de Lori Drew es que esos medios de contacto interpersonal han permitido fácilmente la utilización del engaño. Se ha comentado en el foro que se trata sólo de un engaño en sí mismo y que el resultado ha sido algo fuera del alcance de la engañadora, que no podía haber previsto lo que iba a suceder. No obstante, mientras vosotros los penalistas deliberáis sobre imputaciones objetivas y subjetivas, los criminólogos estamos en otras cosas. Por ejemplo, que ese engaño no ha sido más que un elemento instrumental para llegar al verdadero fin: no sólo la engañó con palabras de amor, sino que su propósito era destruir a Megan, la víctima que se “atrevió” a ser conflictiva con su hija. Y lo hizo mediante las tradicionales técnicas de bullying: de repente, Josh (la falsa identidad de Lori) le informó de su decisión de terminar la supuesta relación, pues había escuchado que Megan "no era buena persona con sus amigos”. A partir de ese momento empezó realmente el ciberbullying, la humilló una y otra vez, después de haberle llevado –en la fase previa- a referirse a temas sexuales y explayarse al respecto, para usar luego todo en su contra. Reveló sus conversaciones privadas entre sus conocidos, llamándole públicamente “puta” y “gorda”. Se trataba de avergonzarla delante de todos, que en la escuela y el barrio se burlaran de ella. El último mensaje de Josh-Lori decía textualmente: “Ya todos en O'Fallon saben cómo eres. Eres perversa y todos te odian. Ojalá que te espere una vida de mierda. El mundo sería un mejor lugar sin ti." Además del engaño como medio puramente instrumental, es el más puro estilo bullying “clásico”.
En realidad, conductas similares nos son tan aisladas. Una investigación criminológica realizada en Estados Unidos, reveló que el 37% de los encuestados usaban la posibilidad de comunicación virtual para decir cosas que nunca hubieran dicho en persona. Además, el 57% había bloqueado mensajes de alguien con el que no querían comunicarse, y el 64% habían rechazado mensajes de alguien con quien tenían un –más o menos importante- conflicto. Otro estudio -esta vez en Londres- desveló que el 16%, de 856 jóvenes de entre 11 y 19 años, había recibido mensajes amenazantes, el 7% habían sido objeto de ciberbullying a través de Chat, y que el 4% habían sido acosados a través de correo electrónico.
No obstante, sí hay que remarcar que en el caso de Megan y Lori Drew reúne características especiales. El desequilibrio de poder propio del bullying se produce a través de varios elementos: el engaño ya mencionado provoca que mientras que el agresor sí que conoce a la víctima, ésta es totalmente ignorante de quién es realmente su engañadora-acosadora. Además, a ello se une que existe una evidente desequilibrada relación de manipulación entre un adulto y un menor.
También hay otras especiales circunstancias que probablemente han facilitado las dramáticas consecuencias. Es una desgraciada combinación de una víctima, parece ser que potencialmente inclinada a un desenlace trágico, con una mente agresora intrínsecamente perversa. De hecho, apenas enterarse de que Megan estaba en la ambulancia, Lori Drew exigió a Sarah y Ashlee (su hija y una amiga de ésta, conocedoras ambas de todo el proceso de acoso) que cancelaran la cuenta de contacto electrónico y no abrieran la boca. Luego acudió al sepelio, dio su sentido pésame a la familia y lamentó ostensible y teatralmente la tragedia. Cuando fue descubierta, dijo que se consideraba totalmente inocente. Afirma que duerme bien y no acaba de entender por qué razón los vecinos no le hablan, le ponen mala cara, o le insultan.
Sin embargo, aún quedan muchas cuestiones sobre las que comentar desde el punto de vista criminológico, e importantes preguntas por responder. Creemos intuir el cómo y el porqué de algunas conductas que se han descrito. También la posible vulnerabilidad de la víctima. Pero, ¿cuáles han sido las motivaciones profundas y los condicionantes propios de la agresora para comportarse como lo ha hecho antes y después del desgraciado desenlace? ¿Cuál debe ser realmente la respuesta social antes este tipo de conductas, aparte de que vengan o no específicamente tipificadas en el Código Penal?. Si no es posible responder adecuadamente, ¿estamos fallando en algo? A lo mejor eso es más importante que la determinación de si la imputación es objetiva o subjetiva. Al menos para los que no somos penalistas, tal vez porque no entendemos del todo esas cuestiones filosóficas.
Paco Bernabeu. Criminólogo.
Sin embargo, a causa del continuo e imparable avance tecnológico, está empezando a iniciarse la posibilidad de su transmutación desde lo puramente físico a lo virtual. Y un ejemplo, tal vez por el momento el más dramático -pero desde luego no el último- es el protagonizado por Lori Drew.
Normalmente, se asocia el bullying al entorno escolar, pero la creciente “virtualización” hace que sus límite físicos y temporales no estén nada claros. Respecto de los físicos, porque ya no hay que restringirse a los lugares clásicos como el entorno de las escuelas y sus alrededores; en lo referido a los temporales porque determinados medios (teléfonos móviles, emails, messenger, etc...) proporcionan y permiten un contacto social con otros en todo momento y, prácticamente, en casi todos los lugares. De esa forma, el “ataque” ya no tiene que pasar ineludiblemente por la coincidencia espacial y temporal de agresores y víctimas. Y así, por ejemplo, la “inseparabilidad” de las personas (y también de los jóvenes) de su teléfono móvil les hace convertirse en un permanente objetivo potencial de victimización. Efectivamente, también podría decirse que la víctima puede muy fácilmente escapar del intento de acoso apagando el teléfono, o borrando el email o el texto del sms. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla, porque lo cierto es que una de las condiciones para ser una víctima potencial es –entre otras- la de que para ella sea crucial aferrarse a una identidad social y autoestima que le vienen permitidas por el contacto, en este caso virtual. Y es que lograrlo, para algunas personas, se hace mucho más accesible a través de los medios electrónicos, que por los físicos tradicionales.
En realidad, el bullying y el ciberbullying son intrínsecamente los mismas conductas, pero realizadas de forma externamente distinta, en el segundo caso mediante el empleo de medios electrónicos. Por eso, una diferencia en el caso de Lori Drew es que esos medios de contacto interpersonal han permitido fácilmente la utilización del engaño. Se ha comentado en el foro que se trata sólo de un engaño en sí mismo y que el resultado ha sido algo fuera del alcance de la engañadora, que no podía haber previsto lo que iba a suceder. No obstante, mientras vosotros los penalistas deliberáis sobre imputaciones objetivas y subjetivas, los criminólogos estamos en otras cosas. Por ejemplo, que ese engaño no ha sido más que un elemento instrumental para llegar al verdadero fin: no sólo la engañó con palabras de amor, sino que su propósito era destruir a Megan, la víctima que se “atrevió” a ser conflictiva con su hija. Y lo hizo mediante las tradicionales técnicas de bullying: de repente, Josh (la falsa identidad de Lori) le informó de su decisión de terminar la supuesta relación, pues había escuchado que Megan "no era buena persona con sus amigos”. A partir de ese momento empezó realmente el ciberbullying, la humilló una y otra vez, después de haberle llevado –en la fase previa- a referirse a temas sexuales y explayarse al respecto, para usar luego todo en su contra. Reveló sus conversaciones privadas entre sus conocidos, llamándole públicamente “puta” y “gorda”. Se trataba de avergonzarla delante de todos, que en la escuela y el barrio se burlaran de ella. El último mensaje de Josh-Lori decía textualmente: “Ya todos en O'Fallon saben cómo eres. Eres perversa y todos te odian. Ojalá que te espere una vida de mierda. El mundo sería un mejor lugar sin ti." Además del engaño como medio puramente instrumental, es el más puro estilo bullying “clásico”.
En realidad, conductas similares nos son tan aisladas. Una investigación criminológica realizada en Estados Unidos, reveló que el 37% de los encuestados usaban la posibilidad de comunicación virtual para decir cosas que nunca hubieran dicho en persona. Además, el 57% había bloqueado mensajes de alguien con el que no querían comunicarse, y el 64% habían rechazado mensajes de alguien con quien tenían un –más o menos importante- conflicto. Otro estudio -esta vez en Londres- desveló que el 16%, de 856 jóvenes de entre 11 y 19 años, había recibido mensajes amenazantes, el 7% habían sido objeto de ciberbullying a través de Chat, y que el 4% habían sido acosados a través de correo electrónico.
No obstante, sí hay que remarcar que en el caso de Megan y Lori Drew reúne características especiales. El desequilibrio de poder propio del bullying se produce a través de varios elementos: el engaño ya mencionado provoca que mientras que el agresor sí que conoce a la víctima, ésta es totalmente ignorante de quién es realmente su engañadora-acosadora. Además, a ello se une que existe una evidente desequilibrada relación de manipulación entre un adulto y un menor.
También hay otras especiales circunstancias que probablemente han facilitado las dramáticas consecuencias. Es una desgraciada combinación de una víctima, parece ser que potencialmente inclinada a un desenlace trágico, con una mente agresora intrínsecamente perversa. De hecho, apenas enterarse de que Megan estaba en la ambulancia, Lori Drew exigió a Sarah y Ashlee (su hija y una amiga de ésta, conocedoras ambas de todo el proceso de acoso) que cancelaran la cuenta de contacto electrónico y no abrieran la boca. Luego acudió al sepelio, dio su sentido pésame a la familia y lamentó ostensible y teatralmente la tragedia. Cuando fue descubierta, dijo que se consideraba totalmente inocente. Afirma que duerme bien y no acaba de entender por qué razón los vecinos no le hablan, le ponen mala cara, o le insultan.
Sin embargo, aún quedan muchas cuestiones sobre las que comentar desde el punto de vista criminológico, e importantes preguntas por responder. Creemos intuir el cómo y el porqué de algunas conductas que se han descrito. También la posible vulnerabilidad de la víctima. Pero, ¿cuáles han sido las motivaciones profundas y los condicionantes propios de la agresora para comportarse como lo ha hecho antes y después del desgraciado desenlace? ¿Cuál debe ser realmente la respuesta social antes este tipo de conductas, aparte de que vengan o no específicamente tipificadas en el Código Penal?. Si no es posible responder adecuadamente, ¿estamos fallando en algo? A lo mejor eso es más importante que la determinación de si la imputación es objetiva o subjetiva. Al menos para los que no somos penalistas, tal vez porque no entendemos del todo esas cuestiones filosóficas.
Paco Bernabeu. Criminólogo.
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