viernes, 26 de septiembre de 2008

Escolares asesinos en masa






De izquierda a derecha, los finlandeses Matti Juhani Saari y Pekka-Eric Auvinen, y el surcoreano Cho Seung-Hui. Tristemente famosos por ser los protagonistas de respectivas masacres en sus institutos (en Finlandia y Estados Unidos) y que, evidentemente, y tal como ha podido comprobarse, comparten características comunes. Todos ellos dejaron su “mensaje” a la humanidad en forma de manifiesto, como no puede ser menos en nuestra época, aprovechando los medios que pueden ofrecer una mayor difusión. Y en esta época de intercambio globalizado y globalizador, los tres admiraban otro antecedente ya paradigmático para ellos como es el de la matanza de Columbine. No obstante, las similitudes no se limitan a estas características externas, sino que son mucho más profundas.
Para los penalistas (y para las Fuerzas de Seguridad) imagino que el asunto ya tendrá un carácter bastante relativo: se sabe quién ha sido, se saben las consecuencias, y ya no hay nadie a quién condenar por los hechos. Sin embargo, para los criminólogos –días después del suceso- una de las preguntas importantes sigue subsistiendo: ¿porqué?

Como muchos de los asesinos en masa, y la práctica totalidad de los que han actuado en el entorno de su escuela o trabajo, se vengan así de las afrentas que creen haber recibido de la sociedad o toman represalias contra ella, después de una larga y cuidadosa preparación (algunas veces de meses de duración). De repente un día, seguramente a consecuencia de un desencadenante en los que los demás que ni siquiera han reparado, deciden que ha llegado el día de castigar al mundo, se visten una especie de traje ceremonial a la semejanza de un moderno “ninja”, se arman hasta los dientes y se encaminan al lugar donde supuestamente, y en mayor medida, han focalizado esos subjetivos agravios. Previamente, “cuelgan” sus pensamientos y creencias sobre la sociedad en Internet, con una doble intención: convertirse en protagonistas de su propia “película”, y como un instrumento inconsciente que les permite de advertir a quienes les minusvaloran –de forma muy subliminal- que ellos valen mucho más de lo que creen quienes les rodean y que –de seguir la cosa así- esa “película” podría acabar trágicamente.
Lo que buscan, más que hacerse famosos (como algunos asesinos en serie), es vengarse de todos en un dramático y prolongado acto de castigo, y luego morir. Y para ello utilizan armas de fuego. Porque es un instrumento que permite una forma más impersonal de hacerlo, a diferencia de los asesinos en serie. Y es que atacan víctimas que para ellos son meros “objetos” que forman parte del escenario de su escarmiento expiatorio. Su habitual afición previa por ese tipo de armas forma parte de su prolongada preparación para el día de sacrificio supremo.

En ese acto final no suelen “explotar” de forma inopinada e instantánea -como suele creerse- impelidos por un repentino furor asesino, sino que se les puede ver en la escena del crimen con una paradójica tranquilidad, imbuidos profunda e internamente de su –para ellos- papel de héroes vengadores, procurando asegurarse el matar a quienes son los responsables de sus frustraciones. “Objetos” responsables, como se ha dicho, salvo en el caso de que haya alguien concreto en el que personalizar más su venganza, y que –en ese caso- será el que probablemente reciba el primer ataque, para continuar luego con los demás, ya sin una determinada elección, sino simplemente porque forman parte del escenario.
Y, como culminación, deciden morir en el desarrollo del guión, como muestra postrera de que el mundo no les merece. En realidad no se suicidan, sino que deciden morir en una explosión de violencia dirigida hacia el grupo que, según ellos, les ha oprimido o excluido, para demostrar así que no han sido reconocidos ni tratados justamente.

Hasta hace poco, la única nación –occidental y desarrollada- que era testigo atónito de estas conductas de forma repetida era Estados Unidos. Ahora se le ha unido, ya con varios casos, Finlandia. El nexo común entre ambas –entre otras cosas- es una política de acceso, más o menos libre, a las armas de fuego. No parece poder afirmarse que ese libre acceso puede generar, por sí mismo, producir casos como éste, pero desde luego, sí que habría que profundizar sobre la facilidad que aportan para que personas potencialmente inclinadas a ello puedan decidir el “paso al acto”.
Francisco Bernabeu Ayela

1 comentario:

illice dijo...

Si debo ser sincero, y lo voy a ser, como lector de blogs esperaba más de éste artículo.

Hasta la última coma puede firmarlo cualquier reportaje sensacionalista de telecinco.

Lo único interesante a mi juicio es el vínculo entre dispensar armas de fuego con cierta laxitud y determinadas formas de criminalidad.

Se dice que ocurre en Finlandia y los EEUU, el nuevo eje del mal para criminólogos y penalistas. Pero apenas se destaca que en España (país tan celoso en esos temas, y tan minimalista en el derecho penal) deberíamos ENVIDIAR la (baja) tasa de criminalidad finlandesa.

Me someto a la opinión del criminólogo cuando destaca que el acceso facil a dichas armas facilita el "paso al acto"...

...pero si hemos dicho que el iter criminis está condicionado por un resentimiento y un ansia de "venganza" nada me hace pensar que en el caso de no tener armas de fuego no se usarán otros medios para castigar.

Por ejemplo un violador masivo que fue rechazado en el baile de fin de curso y humillado por sus compañeras. Y si no hay pistolas aprenderán a desarrollar explosivos caseros y colocarán un paquete en el baile de acción de gracias.

No culpemos a las armas de los fallos de nuestra civilización hedonista, individualista e ingrata. Y tranquilos, no planeo una masacre en los pasillos de la UMH.