lunes, 16 de febrero de 2009

Los delitos de los inmigrantes (contestación a un post)

Dado el “maremágnum” de desastrosas estadísticas del delito con las que los criminólogos debemos manejarnos habitualmente, es difícil aventurarse a interpretarlas con un mínimo de profundidad científica. Y digo desastrosas, no sólo por la poca fiabilidad que suelen ofrecer en la mayoría de casos, y la forma en que suelen confeccionarse, sino también porque no suelen estar diseñadas para facilitar esa interpretación desde un punto de vista de un científico del delito, sino para apoyarse en ellas según la imagen o el mensaje que se quiera dar en cada caso.
En todo caso, lo que sí parece evidente es que las tasas relativas de la delincuencia de los extranjeros son lo suficientemente importantes como para que merezca un estudio pormenorizado, y además parece que la tendencia observable es creciente. El asunto, tal como puede vislumbrarse, es bastante complejo y no bastan unas líneas para poder desarrollarlo con la profundidad que merece. No obstante, sí intentaremos entrar en algunas consideraciones básicas.

En la proporción de los delitos entre “autóctonos” y “visitantes” hay que diferenciar entre los delitos detectados y los realmente producidos, porque en esa determinación influyen diferentes aspectos que hacen que la delincuencia de “los de fuera” sea mucho más ostensible de lo que realmente es, en comparación con la que no tiene connotaciones extranjeras. En principio, los emigrantes no tendrían porque ser “más delincuentes” que los nacionales del país donde residen eventualmente, y ni siquiera más de lo que podrían serlo en su propio país. Lo que sucede es que las condiciones de vida en que se mueven, sobre todo las de marginalidad de los residentes ilegales, tienden a facilitar y potenciar la comisión de actos delictivos, casi en su totalidad de los que podríamos conceptuar como doblemente “utilitarios”. Es decir les sirven - si son detenidos - para asegurase la permanencia aquí mientras estén a disposición judicial o incluso en prisión, tanto preventiva como efectiva, y al mismo tiempo son de un tipo que les puede procurar poder subsistir con más facilidad (en algunos raros casos bastante más que eso). Es por ello por lo que sobre todo cometen delitos contra la propiedad - sobre todo hurtos - o relacionados con el tráfico de drogas. No hay que olvidar también la influencia de la falta o la debilidad de los lazos sociales, tal como afirma Hirchi .Pero esto ya no sería un post, sino el inicio de un tratado.

Pero hay otros factores que también influyen. Normalmente el inmigrante (especialmente el más “visible” por su apariencia, aspecto o indumentaria) es objeto de una mayor vigilancia, o al menos supervisión, por parte de esferas oficiales - entre ellas la policial - con una aplicación muchas veces más estricta de leyes y reglamentos. En algunos casos como consecuencia de un resentimiento latente en la sociedad que produce una más o menos sutil discriminación, no necesariamente de origen xenofóbico, sino también por resistencia a admitir a un nuevo participante en los beneficios sociales o económicos en una época de crisis y paro. Al mismo tiempo, son más fácilmente identificables debido a sus características físicas diferenciadas, tanto a los efectos de detención en el caso de comisión de delitos, como en el de ser objeto de “identificaciones preventivas” que luego dan lugar a su detención por otros diversos motivos. Efectivamente, el resultado es una mayor presencia en las estadísticas. Pero ello es debido a que se esta inadvertidamente sesgando una visión que corresponde al simple resultado de las cifras y no a una estadística comparable en iguales circunstancias al resto de delitos y colectivos.
Pero el problema comparativo aún se complica mucho más. Existe una generalizada confusión entre los delitos de los extranjeros, los delitos de los inmigrantes y los extranjeros que cometen delitos.

La delincuencia de los extranjeros –en principio- no tiene que ver con la de la inmigración: suele presentar unas características propias, entre las que las más ostensibles suelen ser las de su especialización y su organización. Es decir, son grupos organizados para delinquir, con una fuerte jerarquización dentro de ellos, muchas veces con distribución de funciones, y que tradicionalmente presentan una cierta especialización por nacionalidades: las redes de extorsión chinas o rusas, los asaltos a instalaciones industriales de los albanokosovares, los “butrones” (“rififís”, en terminología antigua) de los italianos, el aprovechamiento de grupos magrebíes en el tráfico de determinadas drogas,...
Otra cosa es que algunos extranjeros cometan delitos. Por ejemplo, en la actividad de un delincuente “de cuello blanco” de origen alemán (o pakistaní) no tiene porqué tener que ver –en su esencia- el concepto de inmigración, ni siquiera el de extranjería . No obstante, la cuestión tampoco es tan sencilla, ni siquiera en este caso. Por ejemplo, si en España dedicamos un considerable esfuerzo preventivo de tipo educacional y económico, durante un tiempo prolongado, a intentar aminorar las tasas de violencia de género, pero al mismo tiempo tiene lugar la introducción de una fuerte corriente migratoria que no viene con esa educación preventiva, las tasas de violencia de género se van a ver indeseablemente alteradas. El resultado tiene que ver con los inmigrantes, pero no directamente con el fenómeno de la inmigración.
Los delitos de los inmigrantes serían, en puridad, aquellos que se cometen por la propia dinámica de la problemática de la inmigración. Sobre todo los anteriormente mencionados como “utilitarios”. Pero, también en este caso, se puede observar alguna tendencia que puede ofrecer un inicio de explicación, no sólo en la mayor cantidad, sino también en la gravedad de algunos de ellos. A mayor número de inmigrantes, y en una época de crisis económica que afecta en mayor medida a quienes ocupan los niveles más bajos del mercado laboral o incluso en situación de total marginalidad (como es el caso de muchos inmigrantes), los iniciales delitos puramente “utilitarios” se están haciendo, no sólo mayores en cantidad, sino también más violentos, por pura ley de oferta y demanda. Por ejemplo, aumentando los robos con violencia a costa de los hurtos. Por otra parte, por esa misma dinámica, se está produciendo un efecto de “permeabilización delictiva” entre lo que era antes pura delincuencia de la inmigración y la delincuencia de los extranjeros. Y algunos de los inmigrantes –por cuestiones que serían largas de explicar- se están introduciendo en grupos organizados.

En medio de todo esto, las diferencias entre cada una de las cuestiones comentadas no se pueden diferenciar fácilmente en los datos estadísticos que se ofrecen a la opinión pública. Entonces, ¿cuál es el alcance real del problema de la delincuencia que verdaderamente tiene relación directa con el fenómeno inmigratorio?


Paco Bernabeu. Criminólogo.

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