jueves, 4 de diciembre de 2008

Los atentados en bombay: novedades preocupantes

Assessment 13/08 Fundación Athena Intelligence
www.athenaintelligence.org

No. 13/08 3 de diciembre de 2008
Atentados en Bombay: novedades preocupantes
José Luis Calvo

Aunque todavía poco claros en algunos puntos, los atentados terroristas en Bombay resultan especialmente preocupantes, tanto por la sangrienta eficacia de su ejecución como por el preciso análisis estratégico que parece existir en su origen.
Los atentados confirman la capacidad de algunos grupos yihadistas para emprender acciones complejas desde el punto de vista táctico y logístico. La infiltración de un grupo de terroristas armados desde un buque nodriza, el ataque a una decena de objetivos, y la capacidad para retener alguno de esos objetivos durante días frente a la acción de las fuerzas de seguridad significan un salto cualitativo desde la habitual utilización de terroristas suicidas o coches bomba.
En cualquier caso, no es la primera vez que se utiliza esta modalidad de atentado. De hecho era la habitual en Israel antes de las Intifadas, cuando se llevaron a cabo acciones terroristas como el asalto al aeropuerto de Lod (1972) o la matanza de Maalot (1974). También ha sido utilizado con frecuencia por grupos chechenos, que han llevado a cabo masivos secuestros de rehenes tras infiltrase en ciudades rusas como Buddyonovsk (1995), Kizlyar (1996), Moscú (teatro Dubrovka, 2002) o Beslán (2004). En la Cachemira india, este tipo de ataques por parte de terroristas portando armas automáticas y granadas, que siembran el caos hasta ser abatidos, es relativamente común.
El grupo independentista cachemir Lashkar- e-Toiba, y los subgrupos en los que se ha dividido, han utilizado rutinariamente este procedimiento, aunque se han apresurado a desmentir su implicación. También resulta inevitable apuntar hacia el Ejército de Mohammad (Jaish- e- Mohammad), un grupo pakistaní más cercano al internacionalismo yihadista, con el que encajaría mejor el ataque contra turistas y hombres de negocios occidentales Aparentemente los ataques de Bombay presentan la triste novedad de un excelente planeamiento y coordinación. El uso de lanchas neumáticas, un buque nodriza, que fue secuestrado y su tripulación asesinada, comunicaciones vía satélite, y una gran cantidad de munición, que difícilmente los terroristas podían haber llevado consigo, revelan también una considerable previsión y preparación logística.
Todavía no está claro si los terroristas pretendían capturar un número considerable de rehenes para crear una crisis de larga duración, o si simplemente pretendían sembrar el caos utilizando a los rehenes ocasionales como escudos humanos. La segunda opción parece más probable, pues de haberse planeado un secuestro masivo hubiera resultado más lógico concentrar toda la fuerza en uno o dos objetivos, intentando el control total de alguno de los grandes hoteles repletos
de turistas y hombres de negocios. La dispersión de los terroristas en múltiples grupos de ataque y objetivos apunta más bien a la intención de sembrar el máximo caos posible, convirtiendo Bombay en un campo de batalla.
Hasta el momento el gobierno indio solo ha confirmado la captura de un terrorista con vida, habiendo muerto otros nueve en los combates con las fuerzas de seguridad. La cifra de diez terroristas parece increíblemente reducida teniendo en cuenta que, armados simplemente con armas ligeras, granadas de mano y algunos artefactos explosivos de escasa potencia, atacaron diez objetivos, dejaron un terrible rastro de destrucción, se mantuvieron en combate hasta sesenta horas con las fuerzas de seguridad indias, y diecisiete miembros de éstas, incluyendo el jefe de la unidad antiterrorista de Bombay, murieron en los combates. En cualquier caso los
terroristas necesitaron cantidades ingentes de munición para conseguir esos resultados. Y dada la dificultad para llevarla consigo existen lógicas sospechas de que recibieron algún apoyo local, o que al menos otro grupo de apoyo pudo situar previamente depósitos de munición en determinados lugares de Bombay. Pero lo más importante es que estos atentados parecen obedecer a un enfoque estratégico bastante elaborado. Convertir el centro turístico y financiero de Bombay en un campo de batalla es algo ante lo que cual el gobierno indio no tiene más
remedio que responder. Y la respuesta obvia es un incremento de la tensión con Pakistán, sobre todo teniendo en cuenta que toda la información disponible apunta al territorio pakistaní, aunque no necesariamente a las instituciones del país, como origen de los atentados. El refuerzo de la presencia militar en la frontera, que sería la más suave de las medidas que la India podría adoptar, obligaría al gobierno de Pakistán a un despliegue similar. Y esto implicaría de hecho la paralización de las operaciones en las zonas tribales del Noroeste, y un considerable alivio para los grupos insurgentes que actúan tanto en Pakistán como en Afganistán. Paradójicamente también contribuiría a reactivar el conflicto de Cachemira, enfriado últimamente por la mejora de las relaciones indo-pakistaníes.
El caso es que la propia naturaleza de las difíciles relaciones entre India y Pakistán, con gobiernos atenazados por opiniones públicas fuertemente radicalizadas, hace muy difícil detener esta dinámica, por más que no interese a ninguno de los dos gobiernos. Y más cuando la capacidad mediadora de EEUU se encuentra limitada por la transición entre administraciones. En esto consiste el siniestro mérito de la estrategia yihadista aplicada en Bombay. Los atentados
provocarán inevitablemente una crisis que, como mínimo, proporcionará un respiro a los grupos yihadistas en la frontera afgana, y como escenario más favorable – para los terroristas naturalmente – puede sumir la región en el caos.
Los atentados demuestran pues que, pese al aspecto caótico y descoordinado del yihadismo, existen núcleos de decisión que pueden realizar un planeamiento estratégico eficiente, y ordenar la ejecución de acciones tácticas bastante complejas. Y la duda está en dónde se encuentra ese o esos núcleos de decisión. La eficacia en la planificación y la conducción acrecienta las sospechas sobre la implicación de organizaciones estatales en la preparación de los atentados. Y resulta
inevitable la sospecha respecto al ISI, el servicio de inteligencia pakistaní. Sin embargo, pese a que la relación entre el ISI y los grupos yihadistas cachemires y pashtunes es un hecho aceptado, su posible implicación en los atentados de Bombay no puede por menos que plantear algunas dudas. En realidad las consecuencias de los atentados pueden resultar bastante desastrosas para Pakistán, y para los propios intereses del ISI que sin duda no saldrá indemne de la crisis que se avecina. No cabe descartar que algunos elementos de la inteligencia pakistaní sigan colaborando con los grupos yihadistas, e incluso que hayan participado en la preparación de los atentados de Bombay. El problema tradicional de los servicios de inteligencia, especialmente de aquellos que han debido organizar tantas operaciones clandestinas como los pakistaníes, es que muchos de sus elementos pueden quedar fuera de control. Pero parece bastante menos probable que el ISI como institución esté detrás de los ataques.
Por otro lado, los grupos yihadistas han sido capaces con anterioridad de ejecutar atentados que demostraban un cuidadoso planeamiento estratégico. Los atentados del 11-S, precedidos unos días antes por el asesinato de Massoud, alma de la resistencia anti talibán, abocaban a un escenario de yihad en Afganistán, uno de los teatros más difíciles que se pueden encontrar para el despliegue de fuerzas militares. El asalto al Parlamento Indio en 2001, antecedente de los ataques actuales, estuvo a punto de provocar una guerra entre India y Pakistán, convirtiendo las
zonas tribales del Noroeste en un santuario seguro para la reorganización de la insurgencia afgana, después del desastre de 2001. Los propios atentados del 11-M en Madrid, tuvieron un claro sentido estratégico respecto a la guerra de Irak. Y la reciente transferencia del esfuerzo yihadista desde Irak hacia Pakistán, el Sahel y Somalia demuestra una sorprendente capacidad para aplicar una estrategia de alcance global.
Tradicionalmente se ha atribuido esta capacidad de planear y decidir grandes acciones estratégicas al núcleo central de Al Qaeda. Pero existen dudas sobre si, en su estado actual, centrado en la supervivencia y la esporádica presencia en los medios de comunicación, la plana mayor de Al Qaeda puede asumir este tipo de tareas.
Persiste pues la duda sobre dónde se encuentran los centros de planeamiento y decisión estratégica del yihadismo, aunque es bastante probable que no existan como tales, o al menos no con la clásica estructura centralizada. En realidad puede que su proceso de planeamiento y decisión sea bastante caótico desde el punto de vista occidental, pero eso no impide que en algunos momentos, cuando se combinen una serie de factores favorables, pueda resultar igualmente eficiente.
Es posible imaginar, por ejemplo, que una idea general procedente de la dirección de Al Qaeda – golpear en la India para aliviar la presión en las zonas tribales de Pakistán y reactivar la lucha por Cachemira- haya sido puesto en práctica por un grupo terrorista cachemir, que preparó y armó a los terroristas, quizás con el apoyo directo o indirecto del ISI, y recibió inteligencia sobre los objetivos de un grupo yihadista indio, o de la mafia local, que también situó depósitos con armas y municiones en lugares concertados de Bombay. Probablemente gran parte de los
participantes en la operación desconocían su objetivo final. Y probablemente otros grupos han estado trabajando simultáneamente en lo mismo, con total desconocimiento de las actividades de los otros, y con unos resultados que pueden variar entre el abandono del plan en sus inicios y una fase de preparación muy avanzada Este ejemplo es solo una de las múltiples combinaciones posibles. Pero sirve para darnos una idea de las capacidades de unas redes que encuentran múltiples posibilidades en un mundo donde cada vez existen más “agujeros negros” tanto
sesde el punto de vista del control estatal del territorio, como de la legalidad internacional. El avance de los grupos islamistas en áreas donde el control estatal es muy tenue, como el Sahel, o prácticamente inexistente como Somalia, permite crear con impunidad redes cada vez más potentes y complementarias. Y también permite disponer de recursos globales al servicio de una estrategia también global. De momento la materialización de esta estrategia es todavía difícil, y habitualmente solo se pueden obtener éxitos puntuales, pero si las condiciones siguen mejorando las dificultades irán también desapareciendo.
La respuesta a la actual crisis tiene una respuesta a corto plazo y otra a largo. Respecto a la primera, tanto India como Pakistán deben hacer un esfuerzo que no resultará sencillo. India de contención y Pakistán de revisión de las actividades de algunas de sus instituciones estatales. Los objetivos estratégicos de los terroristas son tan evidentes como evidente es que no benefician a ninguno de los dos estados. Así pues sería doloroso que ambos se dejasen arrastrar hacia el conflicto por la retórica radical nacionalista y religiosa que abraza una parte importante de sus
opiniones públicas, e incluso algunas de sus instituciones. Solo las redes yihadistas resultarían vencedoras en un conflicto entre ambos.
El papel de EEUU es esencial, no solo como mediador sino como parte implicada. El próximo año resulta evidente que se va a realizar un importante esfuerzo en Afganistán, y el agravamiento de las tensiones entre India y Pakistán podría dar al traste con esta estrategia, aparte de desestabilizar toda la región. El asunto es suficientemente grave como para necesitar de un importante esfuerzo de coordinación entre las administraciones entrante y saliente. A largo plazo, la lucha contra el yihadismo requiere también un enfoque mucho más global. Los terroristas se nutren de cualquier punto débil que puedan encontrar en cualquier lugar del mundo. Estos “puntos débiles” pueden ser de naturaleza muy diversa. A veces se trata de territorios sin control estatal, en los que florecen actividades fuera de cualquier control internacional, como la piratería, el cultivo del opio o el tráfico de seres humanos, que presentan prometedoras oportunidades para los grupos yihadistas. A veces se trata de apoyos directos o indirectos para sus actividades. Desde el apoyo del ISI pakistaní a los independentistas cachemires, hasta la promoción por Arabia Saudí de una versión radical del Islam próxima a sus planteamientos, pasando por la reacción antinorteamericana que provocó el conflicto de Irak entre los inmigrantes musulmanes en Europa. A veces el punto débil se produce en la legislación nacional o internacional, como es el caso de los paraísos fiscales, la utilización de Internet como medio de adoctrinamiento y comunicación o las dificultades para la extradición de detenidos entre unos estados y otros.
La estrategia a largo plazo debe pasar por eliminar progresivamente estos puntos débiles, lo cual exigirá un esfuerzo internacional coordinado que combine la diplomacia, las medidas legales, la influencia económica, el intercambio de información y el uso de la fuerza militar. Caer en la tentación de un uso excesivo de la fuerza implicará el riesgo de agravar el problema, acercándose al catastrófico escenario de enfrentamiento abierto entre Occidente y el Islam con el que sueña
todo yihadista. Pero la tentación opuesta de no hacer nada, confiando en que el yihadismo será simplemente arrastrado por el curso de la Historia, puede resultar una actitud todavía más peligrosa.

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